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SONIDOS DE UN FERRY

A las 0:30 de la madrugada embarcábamos en el ferry de Grimaldi, primero había que subir todas las bolsas hasta el camarote y no perderse en el intento. Luego organizarnos los dos dentro del camarote con todo ese equipaje, lavar ropa, ducharnos y por fin a la cama. Cuando cierras los ojos de repente el barco respira por los extractores, los cientos de camarotes que tiene el ferry repartidos por cuatro pisos no tiene ventanas y hay que ventilar de alguna manera. Llega el momento en el que naturalizas el sonido. 

A la mañana cuando nos despertamos al otro lado de la puerta decenas de carritos pasan con toallas, sábanas, comida… el sonido de las ruedas en el suelo de madera retumba por los pasillos estrechos, parecen trenes pasando por un túnel.

A lo largo de 24 horas el altavoz cada diez-quince minutos suelta un anuncio de lo que sea, sobre todo alentar a los pasajeros a consumir en las instalaciones. Cuando das un paseo por el barco no llegas a ser consciente de las dimensiones, es un pueblo flotando. Garajes con camiones, coches, motos, la sala de máquinas, los depósitos de agua para el consumo, las cocinas, restaurantes, spa, cientos de camarotes para alojar miles de personas, y en estos momentos hay miles navegando por los mares de todo el mundo. 

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