Llevamos casi una semana en Lubango, estamos alojados en casa de Emanuel, un arquitecto portugués que lleva viviendo 16 años en Angola. Nos ha acogido como a unos hijos y nos lleva a cenar a un restaurante que le gusta mucho. Pedimos espetada, una brocheta de varias carnes. Sentados en la la mesa escuchamos el chasquido de las brasas cuando el cocinero las ventea. Huele muy bien y el apetito crece por momentos.