90KM 150+
Dormimos protegidos por la tienda de campaña, pero a momentos el sonido de los mosquitos ansiosos de sangre golpeando la tienda nos impresiona. La etapa es más larga de lo habitual y queremos salir pronto. Despertar en un colegio en fin de semana es placentero, lo mismo que llegar a la tarde. Lo normal sería tener a varios niños merodeando y asomándose por las ventanas. Cada vez que movemos una de las alforjas o la bici salen decenas de mosquitos que están apoyados. Nunca habíamos visto nada igual y eso es el aula donde niños tienen que atender clase. La prevención de enfermedades comienza evitando que haya tantos mosquitos y no exponer a la población a sus picaduras.
Sacamos todo fuera y montamos las bicis con el frescor de la mañana. La clase tiene cerca de diez grados más de temperatura a las 6:30 de la mañana, a las 15:00 de la tarde, en pleno verano tiene que ser insoportable. Por lo menos en este colegio tienen grifos con agua, pero muchos que hemos visto se abastecen con depósitos que tienen que racionar. A las 7:30 salimos por las calles de grava a la carretera que nos lleve a Charles Hill. Tenemos 73km hasta la siguiente población. Al salir a la carretera el viento se presenta y nos avisa, hoy voy a viajar con vosotros todo el día. Al comienzo tenemos fuerzas y lo toleramos sin ser muy conscientes.
La etapa son largas rectas con una sensación de subir ligeramente y con llanuras de pastos con arbustos y árboles a ambos lados. La sensación es que estamos sobre una bici estática frente a una pared con la foto de una recta que no acaba nunca. Como no hemos desayunado a los 25km vemos una mesa a la sombra y la aprovechamos por si no encontramos más como esa. En realidad son dos semicírculos que hacen de asientos y una columna de hormigón sin la mesa. Lo curioso es que desde que estamos en África, ninguna de las mesas tienen la plancha superior, sólo hemos visto las columnas que las sujetan. Tenemos la duda de saber cómo se las han llevado a lo largo de los 1000km que llevamos desde que llegamos. Comemos pan de molde con crema de cacahuete y mermelada, no sabemos si es que cenamos poco el día anterior o que tenemos el metabolismo acelerado, pero comemos cuatro bocadillos cada uno y sin esforzarnos. El lugar tiene un cilindro de hormigón para tirar la basura que tiene un quinto lleno, el resto está tirada por el suelo, decenas de botellas, plásticos, papeles. No da la sensación de que los animales hayan hecho eso porque el cilindro es profundo, han sido las personas que paran ahí y por no caminar unos cuantos metros prefieren tirarlo al suelo. El tema de la basura es un problema general en África, el primer mundo ha llevado el plástico y sus normas de conservación, pero no lleva mecanismos de gestión. Si le añadimos que el concepto medio ambiental no está interiorizado el resultado son arcenes sucios, y zonas pobladas con mucha suciedad por todo. Botswana no es el caso porque su densidad es de las más bajas del mundo, pero en países más poblados el problema cada vez es mayor.
Salimos a la carretera con algo más de energía, pero quedan 60km. Desde las primeras pedaladas sabemos que la etapa se nos va a hacer muy larga. A la monotonía del paisaje le sumamos que en todo el día nos adelantan cuatro coches. En realidad en carreteras seguras y bonitas se agradece estar tranquilos, pero en lugares tan remotos, a veces pienso si nos ocurre algo con un animal o por caída, al no tener cobertura, esperar a que pase un coche se hace eterno. El viento cada vez es más fuerte y las fuerzas cada vez menos. Nos marcamos llegar a los 64km para comer algo a la sombra del árbol y son 40km que pasan centímetro a centímetro. Cuando vemos que hay ciclo viajeros que hacen 200km al día, no sabemos como lo hacen.
Al poco de ver la señal de “Charles Hill 20” paramos con el cuerpo ya de fin de etapa. El aire caliente nos seca la boca y nos queda poca agua, ya hemos bebido cuatro litros cada uno. Metemos unos pocos frutos secos y el último palote que nos regalo Carmen cuando dormimos en su casa en Sudáfrica. Tomamos un poco de aire y al levantarnos las piernas nos dicen que no tienen muchas ganas de pedaleo, ya son las 14:00 de la tarde. En condiciones normales en una hora terminaríamos, pero hoy el viento está con el ego subido y disfrutando. A los pocos kilómetros pasamos por un pequeño poblado, Makunda, tiene su escuelita y muchas casas dispersas donde pastan animales. Varios niños corren a saludar y muchas de las veces gritan “sweet (caramelo)”. Me gustaría saber que blanco inició está dináminca de ir dando caramelos a los niños, pero se consagró.
Tras casi seis horas de bici entramos en las calles de Charles Hill, siendo pueblo fronterizo lo imaginábamos más ciudad que poblado. Nuestro Guest house está en un lateral del pueblo apartado. Nos cuesta encontrarlo porque parece una casa más. Se ve que está comenzando, un edificio en construcción y otro algo deteriorado con cuatro habitaciones. No hay nadie, nos sentamos a esperar con la música del vecinos sonando a todo volumen que taladra la cabeza. Nos acercamos a preguntarle si puede llamar al dueño para saber dónde está. Por las justas nos hace caso y hace lo posible por no entender para no llamar, por lo menos entiende si puede bajar la música y nos hace el favor. A la media hora aparece un todoterreno del que baja un chico, es el dueño y tiene rasgos latinoamericanos. Nos ha visto a 30km hace varias horas y ha buscado un transporte para venir a atendernos.
Metemos todo en una habitación muy humilde, un armario sin puertas, una cama con una sola sábana blanca con suciedad, una balda donde parece que en su tiempo hubo una nevera y un baño sin cortina. Sencillo pero suficiente. Metemos todo y sin ducharnos vamos al supermercado donde hay una sitio donde dan comida. Por dos euros comemos un arroz con algo de carne y un poco de ensalada. No tiene mucho más que ofrecer. Unas bolas de bollo fritas muy aceitosas que son baratas y que hacen de pan. En el rato que estamos ahí pasa mucha gente. Entre ellos un chico que vimos en Ncojane a 100km en el supermercado el día anterior y que nos reconocemos.
Después de comer vamos al supermercado en una zona que hace de centro comercial. Es domingo, pero por suerte está abierto. Para variar está lleno de gente y mientras espero a Sheila un chico se sienta a hablar conmigo. Alucina con nuestro viaje y la reacción normal es que ellos no se ven capaces de hacer ese viaje. Los africanos son capaces de una resiliencia que no eh visto en otros sitios, su día a día, su viaje en vehículos, someterse al calor, a las pateras, sé con seguridad que nuestro viaje es pan comido para cualquiera de ellos. De ahí vamos al guest house y el dueño nos va dando toallas, papel higiénico, sábanas a cuenta gotas, pero al final nos lo da. Pasamos la tarde haciendo gestiones ya que de aquí pasamos a Namibia y tenemos que anticipar muchas cosas. En Charles Hill pasaremos dos días ya que la visa no nos deja entrar antes, aunque nos vendría muy bien ya que tenemos que hacer muchos recados en Windhoek y nos obligará a hacer tres etapas muy duras para llegar antes del sábado. Nuestra única escapada será ir a comer y comprar, el resto del tiempo lo pasamos en una casa blanca de cuatro habitaciones en el lateral del pueblo con un patio de arena insolado todo el día.
