52KM 240+
Hemos dormido muy bien acampados y sobre todo alejados de los mosquitos. Nos vamos a la cama con el zumbido revoloteando alrededor de la tienda. Antes de ir a dormir nos escribe Kethabile que el hombre que nos va a llevar desde Ngwatle a Ncojane quiere más dinero. Nosotros no tenemos más dinero, hemos dormido fuera y hemos dejado de desayunar para salvar ese dinero y poder pagar el transporte. No hay cajeros en el desierto y en metálico es lo que tenemos. Entra dentro del carácter africano, que el blanco es dinero y que la necesidad hace que ocurra esto. Asumimos que tendremos que retroceder 170km hasta Kang y buscar un transporte que nos lleve a la frontera que esta a 400km. Escribimos a Johan si podemos dormir en su hotel y nos dice que no nos preocupemos que nos reserva habitación a gastos pagados. Es mucho más de lo que nos merecemos y somos conscientes de la suerte de haber conocido a Johan.
Nos levantamos descansados con los primeros rayos de sol antes de las 6:00 la idea es madrugar para regresar lo antes posible. Taban un chico de KRC nos dice que podremos dormir en la oficina sin problema. Antes de irnos aparece Tenate, la mujer encargada del campamento para despedirnos, tenemos ya todo preparado y en ese momento llaman Taban y Kethabile que han encontrado a otro hombre que nos lleva por el dinero que tenemos, pero que tenemos que dejar la mitad para comprar gasolina ya que tiene el depósito vacío. Dejamos 400 pulas a Tenate para pagar el combustible que llevaran los del KRC hasta Ngwatle. Confiamos que todo saldrá bien y nos arriesgamos a ir hasta Ngwatle definitivamente. Nos despedimos de Tenate y arrancamos la etapa.
Antes de las 8:00 estamos sobre la bici, y nos esperan algo más de 50km por caminos. El comienzo es favorable, el camino de gravilla tiene franjas de arena pero deja rodar a veces a 15km/h. Desde aquí la vegetación es más frondosa que el día anterior. Lo curioso es que gran parte de la etapa la hierba en un lado es diferente a la del otro lado. Mucha gente nos ha preguntado si no tenemos miedo a los leones, otros que no hay problema que de día no se acercan a la carretera y que es raro verlos. La cabeza tiene demasiada información y no paramos de mirar el paisaje pensando que un león nos vigila desde la distancia.
Lo que si vemos de vez en cuando son algunos antílopes que cruzan la pista, pero que al vernos salen corriendo, con lo que no tenemos la suerte de poder apreciarlos en su entorno tranquilamente pastando. Hemos tenido la suerte de visitar en otros países parques naturales y creo que los animales se han ido acostumbrando a los coches y cruzan, pastan y se quedan para la foto de otra manera. Se ve que este entorno es salvaje y los animales reaccionan de una forma más natural.
Aunque vamos ligeros ir a poco más de 10km/h hace que los kilómetros pasen lentos. Gran parte del comienzo de la etapa tenemos el lado derecho quemado y sólo se ve la tierra y los árboles. Justo dos semanas antes se ha declarado un incendio en el Etosha park que ha quemado la tercera parte con mucha perdida animal y vegetal. Es el más grande de África. Muchas veces en estos paisajes tan áridos piensas que como coja fuego no lo paran, no hay abastecimiento de agua y para cuando lleguen medios ya se ha marchado. En este caso el desierto es de clima semidesértico, unos 400mm al año hacen que exista vegetación y fauna. Pedalear por uno de esos documentales que nos han acompañado toda la vida es fascinante, ahora los vemos de otra manera, ya que hemos estado en esos lugares.
Conforme nos acercamos a Ngwatle vemos más rebaños de cabras y de vacas. Nos olvidamos definitivamente de leones. Los últimos kilómetros son los más duros ya que hay más arena. Tenemos ganas de terminar la etapa y aunque es corta llevamos más de cuatro horas y el sol hoy calienta mucho.
Entramos en un pueblo de calles de arena, casas dispersas por todo con sus vallados. Cada recinto tiene la construcción con las estancias, su letrina y un cercado donde cocinan. Lo primero que vemos es la escuela y dos profesoras salen, han acabado las clases. Lo cierto es que desde que estamos en África el porcentaje de profesoras es mucho mayor que el de hombres. Les pedimos que llamen a Sahat, el contacto de Kethabile que nos llevará hasta la casita que tienen alquilada.
En cuanto los niños y niñas ven que hay dos extranjeros comienzan a salir de sus casas y rodearnos. Cada vez que les grabo o hago foto, posan, bailan, ríen. Hay muchos niños con burros que vienen del campo. Algún adulto se suma a la comitiva y mientras empujamos la bici por la arena con las pulsaciones a mil explicamos en qué consiste el viaje. El lugar donde dormiremos es una casita con tres cuartos de color púrpura deteriorado. La parcela tiene una valla con alambres de espino. Tiene una letrina con muchas moscas y mosquitos y que huele muy fuerte y un depósito de agua que capta también de la lluvia. Sahat abre el grifo y bebe un poco. La idea es poder asearnos y filtrarla para poder beber al día siguiente.
Las puertas está cerradas menos una, es un cuarto con un colchón en el suelo, ropa amontonada y un olor fuerte. Tiene una especie de barreño donde nos duchamos. La excusa de la ducha ha servido para que los niños se marchen, ya que ocurre que cuando llegas eres el cine, totalmente normal, pero llega un momento que necesitas descansar y toca echar a la chavalería. El problema viene cuando te piden de comer, siempre tienen hambre, pero nosotros no podemos alimentar a todos los pequeños de África, no tenemos dinero, ni solucionamos nada, con lo que decidimos separar un euro cada vez que nos pidan de comer y al final del viaje destinarlo a una buena causa. Cuando ya nos hemos duchado aparece un hombre muy borracho que no habla inglés y que pasa la línea de lo cómodo. Al final nos obliga a echarlo. Y la reflexión es que si en tu casa no tolerarías que un borracho te molestase, tampoco tiene que hacerlo en África, por muy pobre que sea, tratarlo mejor por compasión es lo peor que puedes hacer.
El resto de la tarde lo pasamos intentando arreglar el hornillo que ha vuelto a dejar de funcionar. Por suerte llevamos unos noodles que no hace falta cocinar y ya muy de noche desistimos del hornillo y comemos los noodles al agua. No hemos editado ni escrito la etapa, nuestras energías están enfocadas en pensar donde encontrar un substituto al hornillo, ya que queda mucho viaje y está claro que algo le ocurre a pesar de haber cambiado piezas. A punto de irnos a dormir viene el chico que duerme en el cuarto, se le ve agotado, pasa casi sin saludar, se mete al cuarto y cierra la puerta. Nosotros hacemos lo mismo, recogemos nuestras cosas y nos vamos a dormir.
