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ETAPA 90 SEKOMA-MABUTSANE

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39KM 50+

Descansamos muy bien, pero el sol sale pronto e ilumina la clase temprano. A las 6:15 ya hay niños merodeando por el colegio y nos obliga a ir recogiendo todo. En menos de veinte minutos el patio está lleno de alumnos que alborotan, sobre todo cuando nos ven salir de una de las clases. Entonces se acercan a curiosear y las tonterías van en escalada. Antes de entrar a clase les reparten un bollo y un huevo duro. Muchas de las veces las únicas comidas que hacen son ahí. Estos colegios de Botswana tienen mucha calidad en comparación con muchos que hemos visto.

Nos despedimos con todos los críos mirando. La etapa de hoy es sencilla, 40km planos hasta Mabutsane. Pedaleamos tranquilos, hay poco tráfico y lo único que vemos es el paisaje de sabana, algunas cabras y poco más. A mitad de etapa paramos en un apeadero y comemos un poco de fruta, unas tostadas con mermelada y un café. Algún camión que otro pasa y saluda. Vamos muy bien de hora y desayunamos tranquilos. Cuando llevas tanto viajando todo te sabe bien y estar sentado en una acera al lado de la carretera con un café soluble frío es más que suficiente.

A Shei le ha bajado la regla y le da un bajón repentino y los 18km que quedan para llegar se le hacen eternos. Por suerte hemos alargado las etapas anteriores y es el mejor día para que el cuerpo le pida descanso. Grabar, sacar fotos o cualquier cosa que hagas es un ejercicio de repetición y tienes la sensación de mostrar exactamente el mismo fotograma todo el rato, pero quizá eso sea lo que haga ponerse en nuestro lugar de la monotonía del paisaje.

El cartel de Mabutsane aparece y google maps nos marca un camino de arena como lo más cercano para llegar al guest house que hemos visto. Hoy toca dormir en interior con internet para mandar el 5º artículo del viaje. Empujar 200 metros una bici de 50kg por un camino de arena es un ejercicio intenso. Por suerte no hace calor. Llegamos sudados a una parcela vallada con una casa de una planta. Dos chicas que son hermanas, regordetas, caminan con la calma de un perezoso. Hay habitación para esa noche y el precio en África es más caro de lo normal. Los que suelen dormir en estos alojamientos son blancos o locales con pasta y las habitaciones no bajan de 30€.

Nos instalamos y cuando ya tenemos todo dentro nos avisan de que no hay agua ni electricidad, información importante que han pasado por alto antes. La cuestión es que no hay más sitios para dormir y lo saben. La ducha es con un cubo de agua y la luz va y viene hasta que la arreglan a media tarde. Por la razón que sea los dos estamos muy cansados y aunque tengo que mandar el artículo al periódico y Shei ir a comprar la comida, los dos nos quedamos dormidos hasta la 13:30. Yo me quedo en el hotel a escribir el artículo del periódico que publican el domingo y Shei sale de expedición a comprar la comida. Ahí toca una excursión de más de una hora para encontrar una tienda que está a dos kilómetros. El pueblo son caminos con casas desperdigadas y la gente o no se orienta o parece no saber donde está la única tienda. Marean a Shei de un lado a otro hasta que consigue encontrar una tienda con lo justo, pero suficiente para comer y cenar.

Sigo con el artículo cuando aparece Shei sudada, desesperada y cansada. El lugar es una casa con cocina y habitaciones, cuando vamos a cocinar nos dice que el uso de cocina se paga a parte. Ahí ya nos indignamos y le decimos que no entra en ninguna cabeza que me cobre la noche en una casa donde hay una cocina y aparezca con ese extra tan cutre. Nos vamos al cuarto a cocinar con el hornillo y llama a la puerta y pide disculpas y nos deja hacer uso de los fuegos. Así que comemos arroz con carne y usamos la salsa que nos dio Carmen en Sudáfrica. La comida está riquísima y cae la segunda siesta del día. Shei está agotada y yo necesito despejar la cabeza para inspirarme.

A las 18:00 me siento frente al ordenador y no me levanto hasta no recabar la información sobre el contexto y redactar el artículo. Cuesta, pero a las 0:00 mando al periódico todo y nos vamos a la cama. Al día siguiente hay etapa larga y queremos descansar. Tenemos que cerrar la puerta del baño, porque la luz no se apaga. A la tarde al preguntar donde está el interruptor, la dueña nos dice, que no hay, que siempre está encendida. Nos parece surrealista instalar una lámpara sin interruptor, pero en África puede pasar de todo. 

 

 
 
 
 
 
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Una publicación compartida de Y OS LO CUENTO/RUMBOS OLVIDADOS (@yoslocuento)

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