80KM 760+
Durante la noche y cerca del amanecer nos llueve ligeramente, nos pusimos debajo de un árbol para evitar mojar la tienda, pero el viento no juega a nuestro favor. El inconveniente de la lluvia es guardar todo mojado. No queda otra y aunque secamos todo lo posible empacamos con humedad. La mañana tiene un cielo con nubes negras muy amenazantes, no hace mucho frío y antes de las 8:00 estamos sobre la bici. Las piernas se resienten del esfuerzo del día anterior y entre el frío y la queja muscular estamos con pereza.
Cruzamos Sassoferratto, dejamos su castillo en el alto y descendemos cuatro kilómetros hacia el primer puerto del día. Son seis kilómetros al 7% subiendo poco a poco con un paisaje a la izquierda de montañas redondeadas y pastos en la llanura. Desde lo alto unos pocos kilómetros de toboganes que nos llevan hasta Arcevia. Un pueblo en lo alto con calles estrechas adoquinadas en la zona peatonal y una carretera que serpentea para llegar hasta la plaza principal donde hacemos una parada para desayunar algo. Son sólo 15km los que hemos hecho, con algo de desnivel y estamos cansados. Un poco de alimento y buen café y toca bajar al otro valle hacia Serra da Conti. De nuevo se nos abre el paisaje con un cielo negro que deja resquicios de sol y muestra una estampa muy fotogénica. Bajando nos paramos a charlar con Josefa Pérez, una mujer mayor que camina por el arcén de la carretera con flores que ha recogido para su casa, encorvada, con el manguito de tensión en el brazo para chequear constantemente. Es española, de León, pero lleva casi toda la vida fuera de su país, primero Suiza, y desde hace cuarenta años en ese pueblito de la región de Marca. Habla con acento y nos señala su casa “si regresáis por aquí, ahí está vuestra casa”, nos despedimos y vamos en busca de la carretera SP76 que termina en el mar adriático.
Si por las secundarias de Italia hemos tenido mucho tráfico, más del deseado, ya por una especie de nacional, es constante y los italianos no respetan mucho, pasan cerca y tienen prisa. Comienza a llover algo, pero al fondo vemos sol, así que aceleramos hasta Chiaravalle. Allí comemos y nos detenemos en el pueblo donde nació María de Montesori, una adelantada a su tiempo que supuso un avance en la educación.
Nos quedan 20km, primero llegar al mar, la brisa marina sopla en contra, pero es la única en toda Italia, así que no podemos quejarnos. Paralelos al mar con la línea de tren a un lado, las casas a otro, pedaleamos en un río de coches que nos adelantan todo el rato. Compramos la cena del ferry y bajamos hasta el puerto. Allí desplegamos la tienda, las lonas, toallas para aprovechar esos rayos que secan todo con furia y rapidez, fundamental para que no se quede todo húmedo casi dos días, aunque de pereza desmontar las bicis, es imprescindible hacerlo, sobre todo en un viaje tan largo.
Recogemos los billetes en taquilla y marchamos hasta el muelle once, toca circular por el puerto entre camiones, motos, caravanas y turistas que van hacia sus ferrys. Ancona queda a la derecha con edificios monumentales que miran al mar. Con toda la luz del sol, la ciudad impresiona y con más tiempo habría merecido visitarla.
Cola de camiones, coches, motos y varias bicis, entre ellas una pareja inglesa, Tris y David, de setenta años que recorrerán los Balcanes y con los que conversamos antes del baile de maletas y búsqueda de camarote. Los vehículos arrancan y uno de los trabajadores nos señala un lateral del barco donde dejar la bici durante la noche, esta vez hay unas diez personas atando su bici de la mejor manera que puede. Subimos cargados y preguntando a la tripulación india que es mayoritaria entre los trabajadores. Antes de encerrarnos en el camarote, despedimos desde la cubierta más alta Italia. Ducha, cena en el camarote a base de bocadillos y no tenemos fuerzas para más, nos dormimos a las nueve de la noche, al despertar estaremos en Croacia.
Ruta en strava.
