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ETAPA 82 CHORUK DAYRON-BUKA

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93KM 415+

La noche anterior, una vez recogida la cena, en la tienda de campaña Sheila me dice que le de el móvil, que ella me ayuda con la edición del vídeo para que descanse. Segundos después la oigo resoplando e intuyo que poco me va a ayudar. Mientras ella duerme por puro agotamiento, edito el vídeo dando cabezazos. Después de acabarlo, caigo también en un profundo sueño.

El agotamiento extremo que nos supuso vientos de 40km/h han ayudado a que la noche sea buena, pero nos hacen falta una para de horas más desde que suena el despertador a las 6:00. Hoy toca frontera y viendo los últimos días que se han complicado bastante, preferimos salir pronto. Recogemos campamento y entre una cosa y otra a las 7:30 estamos sobre la bici. El perfil que el día anterior por culpa del viento parecía un Everest no pasa de un simple llaneo. Aún y todo, aunque es pronto, hace mucho viento y nos tememos que la etapa puede ser de nuevo una tortura. A los 4km salimos a la principal y después de dos etapas infernales por el asfalto, nos deleitamos y disfrutamos del placentero arcén suave y sin agujeros que nos lleva a la frontera. Subimos lentamente por un paisaje desértico y a los 11km llegamos a un pueblo y ha pasado ya una hora. Estamos agotados y en una parada de autobús hacemos lo que no hicimos el día anterior, comer algo. Un café frío y pan con nocilla. Lo hacemos con tranquilidad, con la mirada de los niños que van a la escuela y de dos mujeres que pasan varias veces con garrafas de agua para sus casas y están contentas de que les saludemos en su idioma.

El desayuno funciona y afrontamos lo que queda de subida con otra energía. Desde ahí comienza a bajar hacia Buston. El viento baja, la carretera es buena, y no hace falta pedalear en la bajada. Ahora sí, los kilómetros caen a un ritmo normal y nos motiva para pedalear. El cansancio que sentíamos por culpa del viento se esfuma. A los dos lados las montañas de tierra van teniendo cada vez menos altura hasta convertirse en llanura. Conforme nos acercamos a Buston aparece el verde en los campos, árboles por todo a los dos lados de la carretera. Más coches y mucha gente por todo. Paramos de nuevo para gastar los 2,5€ que nos quedan y que sirven para comprar dos plátanos, varios albérchigos, una pera y cinco litros de agua. Mientras los comemos los de la peluquería, los del bar, los del puesto nos interrogan, ganamos varios seguidores del proyecto y nos desean un gran viaje.

Nos quedan 12km para llegar de nuevo a Uzbekistán y terminar con el primer bloque del proyecto. En una gasolinera un chico limpia el suelo con la manguera, le pedimos si podemos limpiar el polvo de las bicis y nos deja la manguera y nos trae dos botellines de agua fríos. Quizá la primera bebida fría en tiempos. Incluso las de la boda y los cumples estaban del tiempo. A los dos lados campos enormes de algodón. Arbustos con bolas blancas y mujeres agachadas recolectando. De vez en cuando un camión con un remolque lleno de la cosecha, parecen las vísceras de una almohada amontonadas. Es la hora de comer y en la sombra del arcén bajo los árboles, decenas de mujeres comen y beben a refugio del sol. Todas saludan a nuestro paso. Parece una postal costumbrista de comienzos de siglo XX.

La hilera de camiones anticipa la frontera. Hasta tres controles pasamos para que nos sellen el pasaporte en Tayikistán. Tenemos que pasar por la oficina de un superior para que vea si nuestras visas electrónicas están bien. Está todo en la red ya que es electrónica, pero creo que el poder de controlarte y tenerte en vilo, a veces les da placer. Nos sellan y nos despedimos de un país amable y acogedor donde hemos vivido bellísimas experiencias y paisajes. Ahora toca la frontera uzbeca. De nuevo varios controles hasta que nos sellan el pasaporte, algo más fácil, pero nos toca quitar todas las bolsas y pasarlas por el scanner. No queda otra que resignarse y sonreír. La burocracia ha supuesto mucho tiempo y ya es la 13:30. Hay que darle un empujón, pero a los 200 metros de la frontera se me cae la biela al suelo. Imagino que la vibración ha ido aflojando el tornillo. El desviador de los platos no iba bien y ahora sé la causa. Por suerte tengo herramienta para apretar y ahora la biela va perfecta y los cambios también. Tenemos 30km hasta Buka.

 

Lo que queda de etapa es un perfil de toboganes que nos termina de rematar. Pero no hay viento y el asfalto es bueno, con lo que avanzamos a buen ritmo. Excepto una parada para comer algo de fruta, hacemos casi del tirón esa distancia. Tratamos de ir a buen ritmo, pero la etapa anterior pasa factura y tenemos ganas de acabar. La hora se nos está yendo y en Buka decidimos comer algo, comprar ensalada para la cena y seguir hasta encontrar un buen sitio para dormir. Salimos a las 17:30 de Buka, comidos y con la compra hecha. Pero los campos de cereal y la ausencia de casas no muestra ningún sitio decente para dormir. A los 5km vemos un camino que lleva a unos árboles. Nos la jugamos y es una estabulación con una casa y parece que hay un sitio al lado del muro donde poder poner la tienda de campaña. Sale un niños de unos seis años, nos da la mano y juega con el casco. Llama a su abuela y le pedimos poner la tienda, nos señala dentro de la casa debajo de un techo donde almacenan los maíces. Cuando empezamos a desmontar las bicis, aparece el abuelo de la casa y nos dice que dormiremos en un salón con colchones en el suelo. Nos ofrece té y sacan la cena. Pimientos rellenos y tomate. Justo acabamos de comer, pero repetimos para aceptar la invitación. Está todo muy bueno, pero comemos poco y piensan que no nos gusta. Justo el internet no funciona y no puedo traducir para decirles que está buenísimo, con lo que nos servimos de la química y las onomatopeyas. Se quedan satisfechos. Les regalamos algunas cosas que teníamos pensado mandar a España antes de volar a África y nos lo agradecen. Después de la cena comienza a oscurecer. Toda la familia se va a la cama y nosotros metemos los bolsos y rematamos el día en el salón que nos ha cedido, estirar, escribir, editar y dormir.

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