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ETAPA 79 PASHCHI-KHUJAND

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98km 250+

Descansamos muy biene n la huerta de Abdunabín. Sheila se metió a la cama con escalofríos, pero conforme avanzan las horas se va encontrando mejor. El sol sale por nuestra izquierda y gracias a los frutales no da directamente sobre la tienda y es un despertar suave, antes del despertador. Son las 8:00 y se nos ha hecho un pelín tarde para la etapa larga que queremos hacer. Cuando ya tenemos todo recogido y quitando la pata de la bici para arrancar, la rueda trasera suena a llanta y el neumático está en el suelo. Tardaremos algo más en salir y da mucha rabia no haberse dado cuenta antes. Desmontamos todo y al desmontar no encontramos pincho ni la cámara se deshincha. Misterio sin resolver que lo haremos en la calma del hotel.

8:30, ahora sí, arrancamos por los caminos de polvo que nos llevan a la carretera. Un pretil blanco con el número 204 el punto kilométrico que acompañaremos todo el día. El paisaje nos transporta a Castilla en agosto, todo llano, cosechado, con árboles a ambos lados de la carretera y campos de cereal hacia los dos lados. De las montañas de tierra rojiza, abruptas del día anterior que nos situaban muy lejos de casa pasamos a escenarios conocidos que nos dejan en un limbo la geolocalización.

Tenemos algo de viento a favor y perfil favorable, toda la etapa bajando, excepto una tachuela de un kilómetro suave al comienzo de la etapa que la hacemos a buen ritmo y que desde el alto vemos a la derecha un valle inmenso con una franja verde donde va el río y unas montañas borrosas por la bruma del desierto. La bajada nos lleva a Istaravshan, tenemos algo de hambre y necesitamos cargar agua por si luego hace mucho calor. A punto de llegar pasamos a un cicloviajero que va muy lento, un hombre mayor con mallas, una especie de careta cubriendo el rostro y con el ánimo que se refleja en los hombros caídos. “¿ok?”, es chino y hace un gesto de ok con una expresión en su idioma que no entendemos. Paramos en la gasolinera para comer pan con nocilla y café frío y aparece el hombre que nos señala su rueda. Se la hincho, pero parece ser que la tiene pinchada, me muestra una cubierta con esparadrapo y desgastada. Toca tirar de traductor y le sugiero que busque una tienda y compre una nueva para seguir, pero él quiere justo ese modelo y me pone varias frases en el traductor a cada cuál más extraña y entiendo que el traductor está haciendo mal su trabajo: “vengo de una fiesta en Kazajistán a 800km, me quedé hecho jirones, me quitaron el abrigo”, “Vengo desde hace 800km y se me han estrellado todas las fotos”. A 800km pasó algo, pero no sé el qué. La opción de comprar rueda no la contempla, le ofrezco ayuda y la rechaza, con lo que desayunamos a la sombra. Al rato aparece de nuevo, me enseña el móvil “puedo usar su hinchador?”, así que le meto aire a la rueda pero nada. “me temo que no has arreglado bien el pinchazo, o el parche no funciona o la cubierta sigue con el pincho”. Le explota la cabeza de pensar en que lo ha hecho mal, me hace gesto de que no y se marcha al compresor de la gasolinera. Vuelve derrotado, saca una cámara nueva con señal de triunfo y la cambia mientras terminamos de desayunar, pero de nuevo el aire no entra, me quedo con la rueda y le desmonto la cubierta, es un señor de 67 años y se aparta a echar un cigarro, está nervioso. Al meter aire en la cámara sale aire por dos agujeros, se los marco con boli y al verlos suelta un “oooooh” muy expresivo. Ha visto la solución y está más animado, se afana en poner parche y la hincha de nuevo, pero el neumático esta muerto, le muestro otro agujero y ahí el hombre se derrumba. No es el momento de hacerle el chiste de que la cámara es china. Él hombre es consciente de que tiene que tapar agujeros para poder avanzar y por lo menos ve que no es el hinchador. Ha pasado una hora y tenemos que seguir. Nos despedimos de él y seguimos camino.

Circunvalamos la ciudad porque por dentro el estado del asfalto es como el de Uzbeksitán y no queremos perder ningún empaste. Damos paso a un tramo desértico donde las casas son encaladas con techos de uralita polvorienta que dan sensación de arder al mediodía. A ratos tenemos la sensación de estar viendo poblados africanos, con caminos de polvo que van hacia casas precarias salpicados por arbustos secos con algún destello verde a punto de apagarse. Es como si el viaje anticipara nuestra llegada al nuevo continente y la transición que ha puesto el editor en el vídeo nos muestre ya paisajes de lo que vendrá.

La etapa es monótona y por suerte el arcén nos permite ir juntos y poder conversar. A lo largo de toda la etapa hay puestos de sandías y melones principalmente apostados en el arcén a la sombra de los árboles y los más atrevidos a la sombra del vehículo con el que han traído toda la carga. También venden patatas, cebollas y calabazas. Es curioso que desde que comenzamos Turquía, en escenarios áridos siempre ha habido puestos de sandías, una fruta llena de agua. No vemos plantaciones por ningún lado y no sabemos desde donde las traen, lo que está claro es que es barata para ellos y que en algún sitio hay agua para que crezcan. La pena es que el tamaño es enorme para llevarlas en bici, necesitaríamos seis personas más para comernos una de sentada durante la etapa. A mitad de etapa vemos un parquin enorme con cientos de  furgonetas llenas hasta la bandera de sandías. A pleno sol, decenas de conductores apoyados en la parte trasera a la espera de clientes bajo un sol abrasador. La pregunta es ¿cuándo llegas a un lugar donde tienes cientos de puestos con el mismo producto, qué te lleva a comprar en uno u otro?, de nuevo tenemos que rechazar el regalo de una sandía. Lo ideal sería que cuando paramos en mitad de un puerto achicharrados y con ganas de agua fresca, poder sacar la carta de sandía y que ese señor aparezca como por arte de magia con un plato lleno de rodajas, pero nos conformaremos con el agua caliente del botellín.

Viendo que el perfil es favorable, nos motivamos y decidimos seguir hasta Khujand y hacer 25km más. Una línea de montañas aparece en el horizonte y la llanura desaparece. Esas montañas acompañan al río Sir Daria que pasa por Khujand. El tráfico conforme nos aproximamos a la ciudad se intensifica. Es la segunda más poblada del país e históricamente fue un lugar importante en la ruta de la seda. En el 329dc Alejandro Magno llegó hasta aquí y fue la última conquista que hizo, la llamó Alejandría Escate (la más lejana). Los últimos kilómetros se hacen largos por las calles de la ciudad, Sheila el día anterior estuvo con diarreas y tiene ganas de acabar etapa. Poco antes de llegar al hotel, comemos algo para que no se haga tarde. Desde la mesa de un pequeño local donde comemos un kebap encontramos un hostel a buen precio muy cerca. A dos kilómetros en una callejuela hay una casita de una planta donde nos instalamos. Sólo estaremos una tarde así que dejamos la tarea de escritura y edición para el día siguiente. Son las 18:30 y comienza a oscurecer. Al lado de casa hay un mercado callejero y los puestos que están en los soportales están cerrando, ambos lados de la calle. Un edificio enorme da paso a un mercado interior con un laberinto de puestos donde venden de todo. Seguro que el chino encuentra la rueda que busca. Un poco más adelante hay una plaza enorme que da a las mezquitas y cientos de puestos de verdura y frutas. La luz del atardecer es perfecta si tuviera una cámara decente, me muerdo los labios y hago como que no me gusta la fotografía. Mire donde mire hay una mirada, una mujer con toda la cultura de su país en los ojos, una pose agotada de un día de ventas, colores de los vestidos y los hiyabs, mucha foto, y ninguna me la llevo a casa. Me guardo el escenario en los recuerdos. De fondo la silueta de la mezquita con el sol metiéndose justo detrás.

Paseamos calle abajo hasta el río. Un avenida donde cada farola está decorada con luces con el color de la bandera del país. Les gusta mucho en estos países los brillos rozando un poco lo hortera, es navidad permanente. Vamos hacia los parques donde está las murallas de Khujand. El olor de las barbacoas nos abre el apetito y seguimos la estela del humo que viene de la calle hacia la que vamos. Dos sopas locales y dos pinchos de shashlik y luego paseamos por un parque lleno de puestos con dulces. Cientos de coches eléctricos para que jueguen los niños. Atracciones algo rudimentarias y mucha gente paseando.

Estamos agotados por los 100km de etapa, no haber dormido siesta y el paseo. Regresamos al hostel y a las 23:30 caemos rendidos en la cama. 

 
 
 
 
 
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Una publicación compartida de Y OS LO CUENTO/RUMBOS OLVIDADOS (@yoslocuento)

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