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ETAPA 66 VOSKEPAR-IMIRI

69KM 940+

Cuando anochece la luna asoma por el perfil de la montaña, nos quedamos esperando a que suba para ver como luce, pero su órbita sigue una línea llana y no termina de despegar del horizonte hasta desaparecer de nuevo. Escuchamos aullidos al fondo y recogemos las sillas y fregamos todas las cosas con la sensación de que en cualquier momento algún lobo aparecerá entre la maleza. La cabeza dibuja formas y ve fantasmas hasta el ridículo. Nos metemos a la tienda e incluso sin la lona que cubre, hace mucho calor. En esa zona no tenemos cobertura y lo único que podemos mirar es el mapa offline del móvil. En ese momento descubrimos que estamos durmiendo en Azerbiayán, en una especie de isla dentro de Armenia, con lo que accidentalmente hemos entrado en el país número 14.

Nos echamos sin colchoneta, sólo con una esterillas de estirar y poco a poco nos vamos acostumbrando a dormir en el suelo, pero nos queda mucho camino hasta conciliar el sueño de forma natural. Nos dormimos con el arrullo del río y las cigarras que siguen refrigerando. La etapa tiene los primeros 30km con varias subidas y nos despertamos pronto para evitar los calores, anuncian 35º. Después de montar todo, cruzamos el río por un puente de metal que está oxidado y para peatones y ciclistas. Salimos por un camino de tierra hasta la carretera ya en territorio armenio. Desde el primer metro comienza una subida de 3km que saca todos nuestros jugos. A mitad de subida ya tenemos la camiseta empapada y en el alto, mientras espero a Shei, aparece un pastor, un señor muy mayor, delgadísimo, con una tara aparente y que no para de hablarnos en armenio. Le acompaña un perro miedoso que a cada gesto mete el rabo entre las piernas. Al rato llega Sheila y nos despedimos tras una larga conversación sin entendernos nada. Bajamos por una carretera rota en muchos tramos y con precaución. Varios autobuses con personas que parecen de Pakistán o India suben a lo que parece la cosecha. El paisaje en esa zona era seco, campos de cereal cosechados que dan calor de mirarlos.

Nada más bajar a Baghanis, un pueblo en la carretera de casas muy viejas y donde las conducciones de agua y gas están expuestas por toda la subida. Nos preguntamos cuantos accidentes de coche acaban con una de esas tuberías rota, con el riesgo que tiene. Nos enfrentamos a 8km de subida con tramos duros, pero aceptable en líneas generales. El valle seco da paso a una subida más fresca que a ratos nos regala sombra con los árboles con lo que no la sufrimos tanto como la primera. En el alto sólo llevamos 15km y 600+, que no están mal. No hemos desayunado y tenemos bastante hambre, tenemos una bajada muy rápida hacia Noyemberyán, y de nuevo el paisaje se seca de golpe. Se abre a montañas peladas, de campos de cereal. A los pocos kilómetros leemos café en una gasolinera, pero no sirven más que de máquina y no tenemos monedas. Un señor que está sentado nos pregunta algo y por si acaso siempre decimos España. “¡España!, ¡España!, ¡España!”, no para de repetirlo sorprendido. Se acerca a la máquina, paga dos cafés, nos da una palmada en la espalda y se marcha sonriente. Ya no lo volvemos a ver. Sacamos pan y nocilla y  repostamos para lo que queda de etapa.

Nos queda la última subida que no es muy larga, pero hace mucho calor y el paisaje, los camiones que pasan constantemente suben la temperatura y Sheila baja seis puntos de energía y avanza metro a metro. “Ánimo Shei quedan 2km, ánimo queda 1km, 500 metros”, le aliento y motivo para llegar arriba, sobre todo porque desde ahí será más favorable. Una bajada de seis kilómetros que nos seca la camiseta en esa distancia como si fuera un secador gigante. Nos unimos a la M6 que nos llevará junto al río Debed que linda con Georgia hasta la frontera. La ribera del río está llena de vegetación y huertas, pero sobre todo de concertina entre los dos países. Varios negocios de venta de alcoholes, gasolinas, casinos, durante diez kilómetros en un paisaje feo.

En la frontera nos despiden con una sonrisa y una amabilidad que no nos encontramos al entrar. Nos ponen el sello donde les pedimos y nos desean  buen viaje. Lo mismo nos ocurre con la georgiana. Una cola de decenas de coches que supondrá una hora y media al sol como mínimo. Nos aprovechamos de ser bicis y nos ponemos los primeros. Sólo un coche pita, pero hay que tener espaldas anchas o te comes un calorín por un quejica que está con aire acondicionado y que luego recorrerá 100km más rápido que tu veinte. La policía fronteriza nos recibe con sonrisa y encima nos habla de Jumber Lezhava, un viajero georgiano ya fallecido y con aventuras llevadas a la gran pantalla.

Desde la frontera somos conscientes de que hemos estado en tres países en un mismo día. Nos quedan 30km y tenemos ganas de acabar para quitarnos el calor de encima, pero en Sadakhlo paramos a comer un kebap en un parque con árboles que invita a acampar y olvidarse de todo. En la carretera mientras tanto decenas de furgonetas venden melones y sandías enormes. Pena de ir en bici, si no me llevaba tres. Cuesta arrancar pero quedan 25km hasta donde hemos pensado acabar etapa. Son bastante llanos y pedaleamos más por ganas de terminar que por fuerza. El paisaje es llano, seco y feo. Muchas de las casas están abandonadas y en ruinas. La zona es más deprimente que lo que hemos conocido en la parte oeste de Georgia. Planeamos donde vamos a dormir y qué queremos cenar. La cena será ensalada, vemos puestos de tomates con buen color y cerca del final compraremos en alguno, dormir ya se verá. Cuando pasamos por Imiri, una mujer mayor, con un cojeo por edad, regordeta, con ropa de abuela, un camisón de flores. Vende tomates frente a una puerta pequeña. Aparcamos la bici y en el puesto un hombre grande con bigote espera a que le sirvan, es de Kuwait y está de vacaciones, tiene casa en Tiflis. En su país hace 60º, para él esto es fresco y está feliz. Nos regala tomates de su compra y se marcha. La mujer nos coge los tomates y nos hace pasar a su casa. Nos sirve agua helada y nos obliga a sentarnos. Es de Azerbaiyán, nos saca unas albóndigas que no conseguimos rechazar, “acabamos de comer y nos queda etapa”. No acepta un no por respuesta, nos señala, “vosotros dormir aquí, comer”, así que la compra de tres tomates termina con nosotros viendo los invernaderos de tomates y toda la cosecha que tiene, con una buena ducha y un techo donde descansar antes de llegar a Tiflis con Mina y Shercan. 

Ruta en strava.

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