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ETAPA 46 KÖSE-BAYBURT

54KM 315+

Durante la noche no ha habido perros, tampoco ha venido un tractor a cosechar el mismo campo, simplemente el sol hace acto de presencia antes de las 5:00 y comenzamos a abrir los ojos, mirar la hora, vuelta, cerrar ojos, abrir los ojos, mirar la hora, vuelta con tirabuzón y cerrar los ojos, a la tercera ya decidimos que toca levantarse aunque sea pronto.

El colchón de paja que hicimos la tarde anterior se ha convertido en una especie de hormigón con la forma de nuestro cuerpo. Sólo cabía una postura cómoda en la que encajabas como una pieza de puzzle y si te salías de ahí ya no conciliabas sueño.

A las 6:00 vamos sacando todo el equipaje y hoy ha habido humedad, extendemos todo para ver si se seca antes de equipar la bici, pero es pronto, aunque haya luz, el sol no ruge todavía. Salimos del terreno a la carretera sacando cada bici entre los dos. El terraplén es una cuesta de gravilla de 45º. El día que nos toquen caminos de tierra con pendientes imposibles y toque empujar, nos acordaremos de este comentario en la etapa 46. Es pronto, iniciamos la etapa con un sol frontal bajo a 1600msn, en manga corta, temperatura muy buena para las horas y la altitud a la que estamos. La etapa va a ser suave y relativamente corta. Queremos llegar pronto para hacer recados y trataremos de hacer una sola parada en el día. Objetivo una gasolinera cerca de Oruçbeyli. El campo no entiende de festivos ni de horarios y los tractores salen y entran de los campos en una coreografía laboral sin descanso. Vacas pastando al fondo, esta vez sin perros a la vista que nos aceleren las pulsaciones y la frecuencia en las pedaladas. Por la razón que sea, aunque la etapa es fácil, los kilómetros pasan lentos, a la hora de comenzar la etapa, tenemos la sensación de llevar mucho más tiempo sobre la bici y al ver que no llevamos ni 15km nos cae como una losa. Suele ocurrir el día que marcamos como descanso, el cuerpo se relaja y nos abandona a la suerte del poder mental.

Las etapas de montaña son duras, eso es incuestionable, pero van de la mano de la belleza en el paisaje, de bajadas para dejar de pedalear y simplemente sentir el viento en la cara. Las llanas son traicioneras, uno puede estar feliz de que no habrá desnivel y que acabarán pronto, pero cuando tus pedaladas no encuentran descanso, si ese día el perfil es tendente hacia arriba o si el viento asoma por la puerta, pueden ser un infierno eterno. Nos quedan de esas en la parte de Uzbekistán con mucho calor y en África habrá sorteo de etapas y en la bolsa de los boletos, las etapas con desnivel estarán contadas.

Regresamos a las rectas en altitud camino de Bayburt y en el km25 de etapa nos paramos, el lugar no tiene nada en particular, un terraplén terroso a la izquierda, y una extensa llanura de campos de cereal con perfiles montañosos al fondo. Nos paramos para hacernos la foto de los 3.000km de proyecto, hemos traspasado el ecuador hacia el hospital donde ayudaremos en Tayikistán y la mirada hacia el día de salida, ya es un borrón en el recuerdo. A los cien metros una señal marca baches durante 3.000m, la cifra aparece en el mismo kilómetro y sacamos trípode y nos inmortalizamos de nuevo.

Seis kilómetros más adelante está nuestra petrol esteison donde desayunaremos algo. Son las 9:25 de la mañana. Tenemos la tiendecita donde se paga, la oficina del encargado y una sala con mesas donde sirven té a los clientes de la gasolinera. Tres banderas turcas son la única decoración de la pared blanca. Un señor mayor toma su té y bajo las banderas dos fuman y conversan. Nos dejan comer nuestro bocadillo de nocilla y nos sirven dos tés. En ese momento entra un viajero que viene desde Estambul, 18 horas seguidas y a poco de llegar a Bayburt, su ciudad natal, tiene que parar porque está agotado. Habla inglés y conversamos sobre el proyecto y su vida. Nos servimos dos tés más y a la hora de pagar, no aceptan, es un servicio gratuito. No imagino en Europa que en los negocios haya por defecto café para que la gente pauses su día y tome uno para seguir camino. Antes de irnos vamos al baño para lavarnos y ponernos crema solar, el sol a esa altura castiga mucho, el chico de Estambul ha entrado en la tiendecita y nos trae una bolsa de nueces de regalo y no acepta un no por respuesta.

Nos quedan 23km para terminar etapa, algo tendentes para arriba y con la misma sensación de transición que hasta ahora. Unas montañas nevadas de más de 3.000 metros asoman al fondo y rompen con la monotonía. Las rectas se van torciendo, como si el viento soplara tan fuerte que ni el asfalto fuera capaz de resistir. Hasta que en un alto donde está ubicado el complejo universitario de Bayburt llega al punto álgido del día y sólo toca bajar por una carretera que parece un scalextric, sólo que aquí casi todo son furgonetas.

En Bayburt antes de ir al hotel queremos buscar un servicio técnico para arreglar la maquinilla de afeitar, que se han quedado las patillas dentro y una tienda donde comprar tornillos de una medida específica que los míos se están oxidando y redondeando. Callejeamos con el castillo de la ciudad al fondo en lo alto apareciendo y desapareciendo según calles. Encontramos el servicio técnico, esperamos que no sea como en España: “Buah, estoy muy liado, déjamelo y te lo hago para la semana que viene”, “Buah, eso es muy complicado te va a salir por un ojo de la cara”, “Buah, tiene que llamar a la casa y que te den solución ellos”. No ocurre nada de eso, agarra la maquinilla y se mete a un cuartito dentro, mientras tanto Shei conversa con una chica afgana que huyó con la llegada del régimen talibán, el chico de la tienda a su vez trae un té para la espera y a los diez minutos el hombre calvo y con bigote asoma a la calle con la maquina arreglada y sonriente. “¿De dónde eres?”, “De España”. Marca un número de teléfono y me lo pasa, al otro lado una chica habla inglés, es su mujer y está en Madrid. Conversamos lo poco que pueden conversar dos desconocidos que se han visto forzados a encontrar algo de que hablar. Nos despedimos, el hombre me sonríe y me regala el arreglo.

Ahora toca encontrar los tornillos, callejeamos y una tienda de motos con solera, no los tiene, pero me manda a una ferretería cerca de donde dormiremos y que por suerte los tiene. De nuevo no acepta pago y además me regala una llave allen porque la mía está muy desgastada. Uno no sabe como afrontar estos gestos de generosidad, aprendiendo y tratando de hacer lo mismo con otras personas.

Llegamos al hotel que hemos visto en el mapa y hay sitio, dos noches salen a un precio razonable y no le damos más vueltas. Antes de subir todo a la habitación desplegamos la tienda de campaña y las lonas en el parking para secarlas en pocos minutos de sol imperial. La gente mira a esos dos locos ciclistas que huelen a cuatro días de bici, sudan mucho y van cargados con decenas de bolsas. Tras el desfile por el hall del hotel con todas nuestras pertenecías, nos metemos en el ascensor y el vestíbulo recupera el silencio y su olor habitual. Nosotros soltamos todo en el cuarto, ducha y a comer que ya hay hambre. Dos días de descanso y si hay suerte y todas las labores pendientes nos dejan, visitaremos ese castillo.

Ruta en strava

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