63KM 845+
A las 4:20 un sonido se va
filtrando poco a poco en nuestro sueño, el motor de un tractor se adueña de
nuestra fase rem y nos despierta. Justo se ha parado al lado de la tienda de
campaña. Pensamos que está en la carretera cargando utensilios, que casualidad
que sea justo en ese sitio, nos quedan dos horas para que suene el despertador.
Pero el tractor no se marcha, el motor se revoluciona y el sonido de un apero
se añade a la ecuación. No está en la carretera, ara y rotura el campo a
decenas de metros nuestra. Bajamos la cremallera de la tienda de campaña, el
sol no ha salido, pero está a punto y hay suficiente luz como para ver un
tractor con los focos encendidos trabajando en el mismo campo que estamos
durmiendo. La condensación de la noche ha mojado la tienda de campaña y la
labor del campo levanta una nube de polvo que nos va a llenar todo de arena.
Asumimos que las dos horas de sueño que quedan se han esfumado y hoy toca
madrugar, pero tenemos que hablar con el hombre, salimos en chancletas y pijama
en un campo de cereal cosechado sin haber amanecido. Caminamos al punto de
encuentro donde el hombre dará la vuelta con el tractor para seguir realizando
paralelas. La imagen que dos extranjeros con nuestras pinta a esas horas para
un campesino tiene que ser curiosa. Un hombre humilde que detiene el tractor
para atendernos. Lo primero le pedimos disculpas y con el traductor le
explicamos que unas personas nos dieron permiso, eso no le molesta, de hecho lo
primero que hace es ofrecernos ir a tomar té y si queremos dormir otro día. Le
decimos que no, que marchamos hacia Almus. Cuando vives en el campo y tu mundo
gira entorno a él, puede que ti vida gire en 30km a la redonda, al decirle
Almus que está a 60km y con una montaña de por medio nos pone cara de “¡¡hasta
allí vais en bici!!”. Le pedimos si es posible trabajar al otro lado del campo
para darnos tiempo a recoger a lo que accede con una sonrisa y se despide de
nosotros.
Montamos nuestras bicis y dejamos
al tractor bajo una nube de polvo de la que salen dos rayos de luz de los focos
al fondo. Son las 6:00 de la mañana y comenzamos a dar pedales cuando otros
días aún estamos durmiendo. Ya es de día, pero hace frío, todo el cielo está
nublado y la temperatura ha bajado a 14º y amenaza lluvia. Quizá por eso el
hombre haya madrugado para roturar su campo, antes de que las lluvias estropeen
el buen estado de la tierra para ser trabajada.
Nuestro primer objetivo es la
estación de autobuses de Tokat para desayunar a 28km. Hace frío y vamos
abrigados, pica ligeramente para arriba, pero no tanto como para quitarnos la
ropa. Al salir de Pazar vemos el Castillo de Mahperi Hatun Kervansarayi. Sólo
lo vemos desde fuera, pero algunas imágenes que hemos visto en internet
muestran una fortificación de base rectangular con patios interiores al puro
estilo de los sultanes de película.
Seguimos por una secundaria,
tranquilos, ya que a esas horas casi no hay circulación. Son apenas 10km de
relajo hasta llegar a la D180 con dos carriles. Hay un buen arcén que nos
permite ir en paralelo, pero estar atento a los camiones impide que disfrutemos
del paisaje. Seguimos rodando por zonas de campos de cereal, pero al fondo se
intuyen cadenas montañosas por las que iremos los próximos días. Rodamos rápido
hasta Tokat, poco a poco se van anunciando grandes edificios y entramos en la
ciudad por la zona industrial paralela a la carretera. La ciudad tiene casi 200.000 habitantes y se esparce
conquistando las colinas de ambos lados del valle. Debió ser un importante núcleo
urbano ya que cuenta con una ciudadela, una fortaleza y un castillo. Queremos
llegar a la estación de autobuses que está casi a la salida de la ciudad y hay
momentos donde hay hasta diez gasolineras seguidas en ambos lados.
La estación está de reformas y
esquivamos los plásticos para entrar a una cafetería que hay al fondo. Tomamos
dos cafés y una especie de empanada de carne para coger fuerzas. Repostamos
agua en las botellas en la mezquita interior que hay sobre la cafetería. Como
siempre cuenta con zona de aseo para las abluciones y en uno de los grifos nos
cargamos de agua. Hemos madrugado y es pronto, así que como tenemos algo de
sueño, nos tomamos ese rato con calma y sobre todo para entrar en calor.
Salimos a por 9km más de doble
carril por la D180 y abandonar la influencia de Tokat y meternos a una
carretera que nos lleve a Almus. El paisaje es cada vez más montañoso, hay más
bosque, los cultivos son más verde, menos cereal y más vegetales. En la mayoría
de los campos ya hay personas cosechando. En uno en concreto decenas de mujeres
con ropa de campo y hiyab sentadas o en cuclillas recolectando, nos saludan al
paso. Por esa carretera ahorras varios kilómetros para ir hacia el este y hay
más tráfico de camiones del deseable. Hacia los 40km de etapa comienza el
puerto del día, 12km con un pequeño descanso y 620+. Quizá sea porque no hemos
descansado del todo bien estos días, porque las piernas están agotadas o porque
no es el día, pero a los dos nos duelen y afrontan con pocas ganas la subida.
Un primer bloque de 5km al 7% que sube con un terraplén rojizo a la derecha y
las vitas al otro. Arriba tomamos un poco de aire y seguimos para no
enfriarnos, estamos sudados pero hace fresco. La pequeña bajada nos encoje el
cuerpo para contrarrestar el frío, casi con ganas de empezar lo que queda de
subida. Dejamos la tierra roja y vemos campos y bosques y cada vez más luz al
aproximarnos al alto. Casi 1300msn que se abren al lago Almus. Tenemos una
bajada de 10km vertiginosa con curvas poco pronunciadas que permiten lanzar la
bici y disfrutar. Es muy buena hora y al entrar en Almus compramos verduras
para hacernos la cena y buscamos un sitio para comer en el pueblo antes de ir
al hotel que hemos reservado a pie de lago, pero algo alejado.
Nos damos un festival, un pide
(especie de pizza local) que está buenísimo, un döner, patatas y dos ayran y
nos regalan ensalada, encurtidos y agua. De ahí vamos a tomar café turco con
pasteles y un hombre que sabe inglés, Ahmed, se acerca a preguntarnos de donde
somos. Le contamos el proyecto y les hacemos gracia, al salir otro hombre,
Labat, que tiene una tienda de comestible al lado nos regala higos secos y un
dulce local. Nos hacemos fotos y les decimos que al día siguiente nos veremos
para tomar café de nuevo.
Ahora sí, hasta el hotel que está en un pequeño alto con vistas
al lago. Ahí nos espera la dueña con una sonrisa y nos atiende amablemente.
Dejamos la bicis en la entrada y subimos todo a una habitación espaciosa. Toca
extender la tienda de campaña y las lonas que están mojadas, pero al rato se
pone a llover, hemos llegado justo a tiempo. Por la tarde descansamos, hacemos
tarea de oficina y lavamos ropa. Nos cocinamos la cena en el suelo del baño y
caemos en un profundo sueño con el sonido de la lluvia al otro lado de la
ventana.
Ruta en strava.
