86KM 600+
Durante la noche hemos escuchado merodear varios perros alrededor de la tienda de campaña, poco antes de sonar el despertador escucho gruñir a uno de los perros que ha dormido junto a nosotros. Cuando se despierta Shei él sol está alto y no tenemos sombra, es la primera mañana que tenemos necesidad de salir fuera o abrir rápido. Shei se lanza a abrir la tienda y le comento que quizá haya compañía y que salga con precaución, subimos la cremallera con dudas de si la cabeza del perro se asomará de repente y con qué intenciones, pero no hay rastro de él, así que mejor. Son noches sin humedad, el suelo está seco, y la temperatura nocturna de fuera no es fría para no crear condensación por nuestro calor, con lo que estas mañanas recogemos todo seco.
Mientras montamos las bicis un pastor aparece con su rebaño de ovejas y cabras y poco a poco se acerca. Todas las personas nos hablan con ganas de saber qué hacemos y de dónde somos, pero la barrera del idioma rompe la magia de la conversación, aún y todo conseguimos decirle que somos de España y que vamos hacia Tayikistán. Nos da la mano y nos desea buen día. Por la carretera camina con un rebaño enorme de ovejas con el sol de frente. Le pasamos y dejamos Elmaçi a nuestras espaldas. Los primeros kilómetros son cuesta abajo y la temperatura aún es fresca, siempre pienso que si todo el día tuviera esa sensación llegaría al fin del mundo, pero pronto comienzan las paradas y el calor y todo se retrasa. A los 5km paramos a cargar agua por si no encontramos de camino, a los 9km salimos a una vía de doble carril que sube 115 metros en poco más de dos kilómetros y llegamos arriba chorreando y no son las 9:00 de la mañana. Justo hay una gasolinera y viendo que no encontraremos poblaciones en muchos kilómetros, aprovechamos para tomar un café, comer algo y comprar embutido para la comida. Jamás hubiera imaginado surtirme de gasolineras.
A los 800 metros dejamos el doble carril y giramos justo hacia el este por la D180. El sol nos castiga de frente y el paisaje con su sequedad. Hace un día todo era verde y ahora estamos en pleno desierto. La hora es la misma que en Bulgaria, pero estamos casi mil kilómetros al este con lo que el sol ya está muy arriba. Nos marcamos como objetivo parar a los 47km en un pueblo para tomar algo fresco y comer algo. EL recorrido consiste en grandes rectas con subidas y bajadas suaves, al ir hacia el este la luz es intensa y los colores ni sus matices se perciben, tienden al blanco, sólo eres consciente cuando miras a los lados. La cuestión es que en este caso lo que vemos son campos de cereal amarillos cosechados o por cosechar y al fondo grandes paredes de tierra con canalizaciones hechas por las lluvias.
Alguna vez paramos para hacer alguna foto o comprobar el mapa y en ese momento eres consciente de calor que hace, se para el aire, el calor del asfalto sube y tu temperatura corporal por la actividad hace el resto, lo mejor es ir en bici y crear tu propio viento.
Cuando llegamos a los 47km, nuestro pueblo está en un alto, son cuatro casas de madera y hormigón y da la sensación de abandonado y sobre todo, que no habrá nada para tomar fresco. Nos ahorramos el esfuerzo y nos refugiamos en una parada de bus que hay en la carretera. Lo justo nos da sombra, el azul de los barrotes está comido por el sol. Comemos dos manzanas que nos quedan y unos frutos secos. Da miedo salir al sol, pero es la realidad que nos tocará en mucho tiempo, no sólo hasta Tayikistán, también en África, somos conscientes de ello y salimos con valentía. Siguiente parada a los 74km en una gasolinera de Yenikoy.
Esta vez nuestra mini etapa consiste en 14km llanos y 13km con subidas. Son las 12:00 del mediodía y el sol cae a palazos. Increíblemente a nuestra derecha comienzan cultivos de arrozales. La imagen que tiene uno en la cabeza es la de Vietnam con sus terrazas verdes nuclear en plenas montañas, pero no con un fondo árido marrón y cuadrículas llenas de agua que dan destellos de la que salen los filamentos verdes. Es como esos campos de golf de Andalucía que dan coraje de verlos en plenas sequías.
Los 14km acaban y con ellos la pequeña brisa que generamos con la velocidad, la subida de 4km la sobrellevamos de la mejor de las maneras. Estas subidas no son las que uno imagina de un puerto en el que asciendes por un bosque o las curvas se suceden y no ves lo que viene. Aquí es una gran recta que asciende por una especie de cañón árido y donde ves el camión que está a dos kilómetros y que dentro de poco te pasará rozando. La cabeza es fundamental para afrontar estas etapas de calor y paisaje poco agradecido. La primera subida la superamos fácil, bajamos un poco y nos queda la segunda antes del descanso. Ahí los kilómetros empiezan a pesar y aunque el desnivel no es fuerte, el calor sí, lo que nos motiva es pensar en un refresco frío que nos espera. Conforme llegamos a la gasolinera, nos adelantan tractores que regresan de la jornada y a los lados graneros donde se cargan los camiones con el cereal. Hombres subidos en las gabarras rastrillando el grano y levantando una columna de humo. Al fondo vemos el cartel de Alep y segundo objetivo conseguido.
Llegamos sudorosos, aparcamos las bicis a la sombra al aldo de un banco y sacamos el pan y el embutido que hemos comprado. Los hombres que están repostando no pueden evitar preguntar de donde venimos. “Çok siçak” mucho calor, nos dicen, evet, evet, sí sí. Con admiración nos dan la mano y nos despiden. Compramos un par de refrescos que sudan frío que nos cargan las pilas. Reposamos un rato y esta vez sí, nos queda la última subida para terminar la etapa. No podemos cargar agua, porque no es potable, pero el de la gasolinera nos dice que en 3km encontraremos una fuente. Nos lanzamos a por ella, con la excusa de buscar la fuente pasan los kilómetros de subida, pero cuando llegamos al alto no hay nada, sólo el calor. Ya repostaremos en el pueblo final antes de acampar.
Conforme bajamos, un camino rural sale a la derecha y dejamos la principal, la idea es parar en Yeri donde encontremos una zona con sombra. Pero al dar la curva nos enfrentamos a un paisaje pelado y Yeri al fondo con su mezquita en el alto. Tenemos que cargar agua así que no queda otra que subir. Ahí un chico, la única persona que vemos, le abordamos para ver si nos puede dar agua, hace el gesto de no potable, le decimos que es para la ducha y que tenemos para filtrar, pero nos hace un gesto de esperar. Al rato viene con una garrafa de agua y nos la da. Nos saluda y se va a rezar que es la hora y el es el que tiene que hacer la llamada. En un grifo que vemos cargamos la ducha y seguimos camino.
El siguiente pueblo es Sugylan, si seguimos la carretera hacia nuestro destino de mañana lo dejamos, pero vemos una mezquita justo en la entrada con árboles y que nos llama. Así que nos dirigimos a ella y entramos en el recinto. Hay árboles, sombra y bancos, pero no hay personas. Dejamos la bicis y buscamos por el pueblo, pero no se intuye vida, sólo el silencio. Parece abandonado. Hasta que escuchamos cerrarse una puerta en la casa del fondo y desde fuera gritamos Marhaba. Una chica se asoma a la ventana y busco la frase en el móvil para saber si podemos descansar en la mezquita y se sabe donde está el imam. Nos dice que sí, que podremos descansar, que no nos preocupes, que el imam llegará pronto. Vamos a la mezquita y a los pocos minutos llega un hombre joven y nos pregunta que queremos. Le explicamos si es posible dormir y si no le importará al imam. Justo la casa en la que hemos preguntado es su casa y él es el imam. Nos da la bienvenida y un espacio donde dormir, pero nos pide que nos aseemos y entremos después de la oración. Por supuesto esperamos fuera y al terminar el rezo nos da paso.
Nos aseamos donde ellos se limpian antes de rezar, hacemos la tarea en el altillo que hay dentro de la mezquita y al rato viene para ver si queremos tomar té en su casa. Así que el final del día es con su familia, nos enseña orgulloso su huerto, los animales, mujer e hijos. Vemos el proceso de hacer el te, sobre la mesa sacan bollos, pipas, frutos secos, fruta y conforme bebemos el té, nos sirven más. La conversación con el traductor traba la conexión, pero es un momento muy humano. Llevan un año ahí y les quedan tres, lo cierto es que sólo hay un niño más en el pueblo y la escuela está a media hora en coche, pero se les ve felices. El único problema es que debido a los arrozales hay muchos mosquitos. Antes de irnos nos dan la cena y nos acompañan a la mezquita ya que van a llamar a rezar otra vez. Una bonita experiencia.
Ruta en strava.
