12KM 60+
Dejamos la habitación de Sofía que empezaba a convertirse en mi hogar. Casi he desconectado tanto que se me ha olvidado que he llegado hasta aquí en bici. Son las 6:30 de la mañana y la luz es tan fuerte que parece medio día, así es más fácil ponerse en marcha. De nuevo nos ha tocado en el último piso y después de bajar en varios viajes todo hasta el rellano ya estamos sudando sin haber dado una pedalada. Algo que no echaremos de menos será el olor a baño atascado, comida y cero ventilación de esa recepción. Salimos a la calle y Sofía está más que despierta, el tranvía pasa delante de casa, tráfico y muchas tiendas abiertas. Pasamos por el puente de los leones hacia la estación de tren y justo en ese momento visualizo los billetes sobre la cama antes de salir cerrar la puerta. “Para nos hemos dejado los billetes sobre la cama”, “En la cama no había nada cuando me he ido”, “Pues aún peor, los hemos tirado a la basura”. Nuevo motivo para sudar, damos la vuelta, pillamos la llave que hemos dejado sobre el mostrador, tres pisos escaleras arriba y ahí están, arrugados dentro de la papelera, pero están.
Iniciamos el camino de la estación y un ruedo en el buje trasero de Sheila llama la atención. Antes de llevarlo a la tienda iba perfecto. Algo han hecho al ajustar la bici porque suena ha roto. Ya no hay tiempo el tren sale en media hora. Tomamos un café antes de subir al tren y en el luminoso marca andén 1.
Justo antes de subir al tren una mujer búlgara nos habla en español, ha vivido varios años en Valencia y le alegra escucharnos. A duras penas subimos las bicis cargadas por esos peldaños estrechos la bicis y no hay vagón destinado a ellas, tenemos que dejarlas en el hueco entre vagón y vagón. La gente refunfuña porque les dejamos mucho paso, pero Dany nos echa una mano y suaviza las quejas. Al final un revisor nos pide que vayamos al último vagón, así que corriendo bajamos las bicis y las subimos casi con el tren en marcha. Tras un buen rato para encajarlas y sujetarlas para que no molesten mucho, ya podemos sentarnos. Dany ha venido con nosotros y traduce al revisor, por lo visto no añadió las bicis en el billete cuando las compré, por suerte me quedan levas búlgaras y ya estamos legales. El revisor se porta con nosotros y empatiza, no como una mujer que le molesta la vida y aunque está sentada dentro y con mesa, ver las bicis al otro lado de la puerta le molesta. Nuestra traductora se avergüenza de su paisana y nos pide disculpas. Le decimos que no se preocupe, a esa mujer es probable que le moleste cualquier cosa que ocurra hoy. Leemos, dormitamos, comemos y conversamos con Dany, justo cuando comenzamos a conectar tiene que bajarse, se despide deseándonos lo mejor y se va con su sonrisa y buena energía.
Dos horas más de tren donde poco a poco va vaciándose el tren y casi llegamos solos a Harmanli. La nueva revisora nos ayuda a bajar las bicis y caminamos por el único andén mientras el viejo tren se marcha. De nuevo en la bici, retomamos sensaciones, en realidad primero compramos la cena en un supermercado que hay a cien metros. Ahora sí, tenemos una etapa corta ya que es la 13:00 de la tarde y no queríamos alargarnos mucho. A doce kilómetros está Biser con un camping. Poco a poco nos reencontramos con el viaje y las piernas felices de volver a la rutina, pero ese ruido del buje nos saca de la felicidad y nos preocupa a partes iguales. Rodamos ligeros por un perfil plano, una carretera recta con árboles a los dos lados y campos de cereales hasta donde alcanza la vista. El perfil recuerda a esas llanuras castellanas antes del verano, cuando el sol aún no ha teñido de amarillo los campos.
Pronto llegamos al camping, un lugar tranquilo que regenta un inglés amable y conversador. Hace sol y el cielo está raso. Felices de sacar las sillas para leer tranquilamente esa tarde, pero caen gotas de lluvia y parece increíble que la única nube que se ve pueda estar rompiendo la presiesta que teníamos pensada. Ponemos la cubierta sobre la tienda y nos metemos a refugio de un cenador que hay al fondo del camping. Sentados pasamos las horas y vemos como un cielo que hace unas horas estaba raso ha evolucionado a una tormenta incluso con truenos que nos sorprende a todas las personas que estamos ahí. A las 19:00 llega la calma y se queda una tarde agradable, pero con muchos mosquitos que ha traído la lluvia. Tarea, cena y a descansar.
Ruta en strava.
