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ETAPA 23 YABALKOVO-SOFÍA

37KM 640+

La noche ha sido muy tranquila, conforme pasan los días, el cansancio y la costumbre hace que descanses mejor en la tienda de campaña. Hoy queremos llegar a la estación de tren de Radomir antes de las 12:00pm ya que el siguiente tren sale a las 14:00 y sería perder dos horas. Nos levantamos como siempre, a las 6:00 y recogemos lo más rápido posible. La humedad hace que todo está mojado y cruzamos los dedos para que el sitio donde dormiremos tenga espacio para desplegar el tenderete.

Salimos del camino a la carretera, justo donde el puente que da comienzo a una subida de 10km al 6%. Es pronto y hace algo de fresco. El sol nos da de cara y la carretera mira al este. No hay arcén y nos preocupa que los coches no nos vean por culpa del sol. Aunque tiene algún descanso la subida tiene tramos duros al 10% y casi sin calentar cuesta más. Pero no llevamos mal ritmo. El puerto va subiendo poco a poco haciendo curvas y mostrando de vez en cuando el paisaje que cada vez se abre más por la altura que vamos ganando.

Hemos salido sin desayunar y la subida supone casi hora y media de esfuerzo y el cuerpo ya pide combustible. Conforme subimos se echa un poco la niebla y el sudor se enfría. Los kilómetros pasan lentos pero ya vemos un restaurante de madera que copa la cima del puerto y que supone la parada obligada. Son las 9:00am y pedimos dos cafés y el resto lo sacamos de las bolsas que asoman por la parte de atrás de nuestras bicis. Siempre tenemos algo de comida a mano, pan, fruta, bote de nocilla, galletas…

Nos quedan 27km hasta la estación de Radomir y el perfil es muy favorable. Primero una bajada rápida de unos 6km. Aunque nos hemos puesto ropa seca, la niebla se filtra por el chubasquero y provoca temblores incontrolables y el trabajo es mental: “No hace frío, no hace frío”. Conforme bajamos el perfil es más llano y la temperatura sube. El paisaje da paso a una llanura inmensa que tiene campos en ambos lados de cereal verde y al fondo se insinúan las montañas.

Vamos a muy buen ritmo y pronto vemos Radomir al fondo, un pueblo normal y una calle baja hasta la estación. Nos ha ocurrido en varios lugares que el edificio está desconchado, cerrada la puerta principal y da sensación de cerrado. En este caso hay basura alrededor y nos hace dudar si el tren pasa realmente por ahí. Damos la vuelta al edificio y hay gente esperando, buena señal. Por detrás se accede a una sala donde al otro lado de una ventanilla minúscula hay un chico que habla más o menos inglés. En quince minutos pasa un tren a Sofía, a las 11:15am. Madrugar, el ritmo, el miedo de no saber si llegaremos nos hace ganar una hora extra que vendrá muy bien en Sofía.

La apariencia de la gente es humilde, tez oscura, chandal, piel curtida, mucho fumador. Afuera un hombre con un bigote llamativo, muy bajo de estatura, con traje y sonrisa destaca y le pido hacerle una foto, se ofrece encantado y nos responde de la misma manera, ambos nos llevaremos un recuerdo del otro. Desde el segundo andén esperamos a un tren de pocos vagones y al que tenemos que subir la bici casi a aupas, está alto y alejado.

Ubicamos las bicis como podemos en el vagón y no sentamos, nos queda hora y media de tren. Es la primera vez en el viaje que podemos hacer esto para evitar los kilómetros que llamo de la basura para aproximarse a una gran ciudad. No aportan más que riesgo. Así que desde la tranquilidad del asiento, vemos el paisaje y cuando nos bajemos lo haremos en el centro de la capital búlgara. Lo primero que hacemos es informarnos para comprar los billetes que nos saquen de Sofía al terminar este parón de una semana. Desde ahí al hotel es una recta. Nada más salir vemos una ciudad con edificios algo deteriorados, varios tranvías cruzando y algo de tráfico. Las avenidas en frente de la estación son grandes y bajamos paralelos a las vías compartiendo espacio con el tráfico hacia el puente de los leones donde está el alojamiento.

Es la 13:00 y aunque pone que desde las 10:00 habrá alguien, nadie contesta, el código que nos mandan no funciona y justo una mujer sale y nos da el nuevo código. Entramos en un pasillo estrecho, una recepción encajonada bajo las escaleras circulares que van a los cuartos. Está oscuro, huele a cañería y de una puerta que da al pasillo sale olor a comida, es un restaurante. Llamamos pero nadie dice, nada. Hasta que media hora más tarde llega una chica y apurada nos atiende. Nuestro cuarto para variar está en la tercera planta sin ascensor, pero no está limpio, tendremos que esperar dos horas.

Resignados nos vamos a comer algo y buscar una tienda de bicis donde ajustarlas para la siguiente fase. Debajo de casa comemos un plato de kebap y a 700 metros una tienda nos transmite confianza y les preguntamos para dejarlas más tarde. Aceptan así que eso está solucionado, más allá localizamos una lavandería y ya es la hora del baile de alforjas escaleras arriba.

La chica nos ofrece una habitación más grande para las bicis y nos ayuda a subir alguna bolsa, dos subidas más tarde s el piensa  y se queda en recepción. Ponemos una cuerda, tendemos la tienda de campaña y las lonas, duchazo y a llevar las bicis y la ropa. En esa parte de la ciudad hay yacimientos arqueológicos por todo, los edificios de columnas, las grandes avenidas, las iglesias, la ciudad rezuma historia, a diferencia de Skopje que se veía impostada. Llegamos hasta la catedral, pero la miramos de pasada, tendremos más días y esa tarde descansaremos y preparamos las maletas, ya que Sheila regresa mañana para hacer un examen en Pamplona.

Donde la catedral hay un despliegue de casetas de todas las profesiones, el domingo es el día del niño y ya están celebrando. De regreso cenamos en un restaurante local, un local pequeño, sencillo con cuatro mesas, pero que da la sensación de servir comidas sin descanso. Probamos berenjenas y carne al estilo local, sabores que no exploramos y que están muy buenos, el paladar descubre nuevos mundos. Después de la cena, ahora sí toca descansar.

Ruta en strava

 

 
 
 
 
 
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Una publicación compartida de Y OS LO CUENTO/RUMBOS OLVIDADOS (@yoslocuento)

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