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ETAPA 126 KANGO-LIBREVILLE

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94km 530+

África tiene en muchos sitios cortes de luz o bajadas de tensión. Antes de irnos a la cama las luces del aula van y vienen, el ventilador que nos han dejado se apaga y se enciende a cada rato, lo mismo ocurre con las luces del patio. No sabemos si es por seguridad o porque les gusta demostrar la de luz que tienen, pero rara vez se ven todas las luces apagadas. En todos los colegios que hemos dormido, muchas de las aulas que están cerradas tienen las luces encendidas toda la noche. Cuando le dices al guarda, el no tiene las llaves, están en el despacho del director, con lo que al día siguiente ocurrirá lo mismo. En nuestro caso, los focos de la cancha de baloncesto y todas las del pasillo iluminan nuestro aula dejándonos en un semi día que no te deja conciliar el sueño del todo. Si le sumas que el ventilador tiene vida propia y a ratos se para y comienzas a sudar y a ratos se enciende y te despierta, la noche se hace larga.

A las 6:00 nos ponemos a recoger y Judas, el guarda aparece para ver como ultimamos las bicis. “¿por qué no apagáis las luces del patio durante la noche?”, “no importa, el estado paga la luz”. Esa respuesta nos la dan en muchos sitios, cuando les rebato y les digo, que esa factura en realidad existe, si no se gastara en luz, podría ir en la mejora de las escuelas, les explota la cabeza. Antes de irnos aparece Eko, el profesor y nos da 10.000cfas, mucho dinero para la economía local. “para vuestros gastos”, “esto irá a pozos, lo prometo, ellos lo necesitan más”. Esa respuesta le gusta y le explica al guarda lo que haremos con ese dinero. Nos despedimos de los dos con varios niños ya esperando en la puerta de la escuela. De nuevo queda una hora para comenzar las clases, pero ahí hay cientos de niños que revolotearán por el colegio hasta que llegue el profesor.

Salimos de Kango con la ciudad despertando, muchos de los puestos están cerrados y nos cuesta encontrar una tienda donde comprar agua. Compramos de paso un poco de fruta para el día en el único puesto que hay abierto. La niebla, los niños yendo a la escuela por el camino de tierra que cruza Kango y las tiendas cerradas dan un ambiente siniestro a la escena.

Por delante tenemos casi 100km hasta Libreville, queremos llegar a la capital para descansar un par de días y organizar el paso a Guinea Ecuatorial. A pesar de la niebla la temperatura es buena. A esas horas nos cruzamos ya con decenas de camiones en su ruta para montar los árboles. Llevan una plataforma y sobre ella otro remolque para montar los árboles de más de quince metros. Niños caminan por los arcenes camino de la escuela, mujeres que ya portan madera en sus canastos de mimbre sujetados con una cuerda a su frente. Algunas de ellas son realmente mayores o por lo menos lo aparentan. No veo a mi madre con ese peso saliendo del bosque cada día para tener leña en casa. Nunca hemos visto a un hombre haciendo esa labor.

La etapa se divide en dos claramente, hasta Ntaum y desde Ntaum. Ahí hay una carretera que sube hacia Coco Beach, a donde iremos en pocos días. Desde ahí será ya el acceso a Libreville. Por eso tratamos de disfrutar de la selva que nos queda. De esas casitas de madera apostadas hacia la carretera, de la gente caminando con la que nos intercambiamos saludos y el mejor deseo para el día. A los 30km hay una hangar para un pequeño mercado. Todos los puestos de hormigón están vacíos, a la tarde estarán llenos de verduras y mujeres con vestidos coloridos, ahora sólo uno tiene cosas, comida, fruta y café. Suficiente para descansar y desayunar algo. Le compramos una piña y le pedimos dos cafés. Una niña de unos tres años curiosea nuestras bicis, sonríe, posa para las fotos. Le damos un bocadillo de nocilla y se sienta con nosotros. Pensamos que es la hija de la señora que nos ha vendido la piña, pero no, su madre aún tiene que venir y se ha quedado al cuidado de ella. No tiene gas y tenemos que esperar un buen rato para tomarnos un café soluble caliente. Mientras tanto comemos la piña, pan de hace dos días con nocilla y conversamos con campesinos que vienen a comprar algo de comida. Ahora, decir que venimos desde Sudáfrica nos sorprende hasta a nosotros, allí queda septiembre y más de 2.000km. Para muchas de las personas que no han salido de su poblado, es casi un acto de fe pensar que hemos hecho eso en bici.

Nos despedimos de la pequeña y de la tendera, ahora sí, con la tripa llena nos lanzamos a Libreville. La ciudad fue fundada tras la abolición de la esclavitud en 1848 con esclavos rescatados de un barco brasileño, el Elizia. La llamaron así inspirándose en Freetowm (ciudad libre), la capital de Sierra Leona.

Aún nos quedan 20km de carretera amable. Los camiones con árboles no cesan y asusta ver el destrozo medioambiental diario que se hace sólo en este trozo de país que vemos. No es sólo un camión con árboles, son ecosistemas, son humedad y lluvias, fijan en suelo cuando llueve intensamente, son pulmón, son todo y se tala sin parar sin mirar al futuro. Hoy no tenemos el muestrario de animales muertos en el arcén. Desde hace decenas de kilómetros hay unos mojones muy bonitos marcando la distancia que queda hasta la capital. Primero me marco el km100 para hacer la foto y el vídeo, pero justo ese punto kilométrico está roto. Me marco el km50 para que sea más redondo. Uno a uno vamos viendo mojones perfectamente pintados, visibles y elegantes. Al llegar al mojón de 50km a Libreville, está roto de nuevo, tirado en el suelo y desde ahí ya no aparecen más. ¿Qué probabilidad hay de que piense en hacer foto con dos números y estén los dos rotos? Nos quedamos sin foto y seguimos hacia Ntaum. Es un cruce comercial importante, mucho camión, polvo, basura, puestos de comida. Ese África que estresa. Los cúmulos de basura en mitad de las ciudades a veces sobre pasan lo imaginable. Uno corta la entrada a una de las calles. Sólo por salud y relajo visual haría lo posible por que eso desapareciera.

Desde ahí aumenta el tráfico y justo la carretera está en obras, con lo que hay polvo en suspensión, mucho cruce e coches y nuestro nivel de estrés se eleva. Vamos uno detrás de otro y son 40km que se hacen muy largos. Poblaciones que preceden a la capital con mucha gente. No mucha comparada con Luanda, pero es el 40% de Gabón, unas 800.000 personas. Los taxis entran y salen para recoger a los niños que salen de la escuela, los que se lo pueden permitir, el resto camina por los arcenes. La llegada a l ciudad son subidas y bajadas que no sobrepasan los 50msnsm. Entre la mala noche, los kilómetros y la ciudad, que no aporta nada a la etapa, se nos hace eterno. A falta de 10km es una locura de coches y la mecánica precaria hace que todos saquen humos densos que te asfixian en plena cuesta.

Por fin llegamos a las calles que nos llevan a nuestro alojamiento. Mucha gente que cruza las calles, furgonetas-taxi cargadas de personas, bocinas, mercados que te acompañan por toda las calles, casas destartaladas, hasta que vemos el nombre de nuestro hotel y con ello el descanso. De primeras la chica nos dice que las bicis se quedan en la calle. Toca pelear, hasta que le pido un documento donde se responsabilizan de asumir los gastos si desaparecen, las palabras son magia y las bicis suben a nuestra habitación. Dejamos todo y nos vamos en busca de una cafetería donde comer unos espaguetis con pollo para no complicarnos. Por suerte al lado del hotel hay uno y reponemos fuerzas. Las mini tiendas no tienen verduras y se convierte en una gynkana por las calles para encontrar a una mujer que venda. Todo el fin de etapa viendo mercados y ahora no vemos ni uno.

 

Tarde de descanso de no pensar, sólo siesta, y dar paz al cuerpo. Al día siguiente nos acercamos al mar, la costa no invita mucho a bañarse con toda la basura acumulada y los vertidos de las obras cercanas. No ver a nadie bañándose es muy significativo. Si queremos playa necesitamos ferry a Port Denis y descartamos esa excursión. Compramos algo para las etapas venideras ya que no sabemos cómo será Guinea Ecuatorial y regresamos a nuestro pequeño oasis. Los picotazos de los fourous aumentan en picor caminando por las calles con el calor y la humedad, así que más motivo para estar trabajando en el cuarto. 

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