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ETAPA 123 MANDILOU-LAMBARENÉ

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101km 750+

Durante la noche me levanto tres veces al baño y todas me asomo por la ventana a ver si tengo la sorpresa de un elefante merodeando por el vecindario. Estás en África o Asia y das por hecho que eso es lo normal, pero siempre traslado eso a la calle donde vivo, si hubiera una vaca suelta por mitad de mi barrio acudirían bomberos, policía, acordonarían y sería un caos. Si hablamos de un elefante ya aparecen los geos. Pero cuando he estado en la India y un hombre pasea a lomos de un elefante por mitad de Jhodpur o un babuino asoma por el barrio para robar la comida de la cocina y la gente lo asume como quien ve un perro vagabundear es maravilloso.

Nos levantamos a las 6:00 queremos salir pronto porque la etapa es larga y suele llover por las tardes. Pero Josh lleva mucho tiempo solo y nos ha preparado un desayuno y aceptamos de mil amores. De nuevo charlamos de muchas cosas y tenemos que cortar porque el tiempo se nos echa encima y son casi las 8:00. Antes de salir a montar las bicis los brazos de Josh son un poema de picotazos, “qué te ha pasado”, “esto son los fourous”, nosotros no tenemos ni una marca y él está sorprendido, pero cuando salimos a la calle hay pequeños mosquitos que casi no se ven y sentimos los picotazos, de momento no dejan marcas y las de Josh van creciendo desproporcionalmente. “Este es mi día a día”. Nos vamos del cuartel militar, amurallado sólo por tres lados, la parte trasera no, que es por donde pasan los elefantes y panteras. Se les acabó el cemento y por lo menos taparon la parte delantera, pero hace gracia que tengan a un guardia todo el día abriendo la puerta de entrada cuando por detrás se puede pasar y hacer lo que sea.

La temperatura es buena, y el cielo está cubierto, nos quedan muchas horas y no sabemos si llegaremos secos. A los 10km pasamos de nuevo por Fougamou y justo en ese momento hacemos los 3.000km en África. Hace nada estábamos aterrizando y sin darnos cuenta nos hacemos la tercera foto del millar. Esquivamos entrar en el pueblo y en la circunvalación compramos algo de pan, recién hecho que dan ganas de volver a desayunar para poner la nocilla y disfrutar del crujir del pan. Pero lo metemos a la bolsa y en pocas horas será un pan blando. Lo cierto es que llevamos días comiendo trozos de pan chiclosos, te acostumbras y seguro que el día que nos comamos un bocadillo con pan recién hecho será el placer absoluto.

Entre una cosa y otra es cerca de las 10:00 y nos quedan 90km, con lo que tratamos de darle ritmo. El perfil de la etapa es un constante sube y baja  con una carretera que transcurre entre la selva. Tanto que la vegetación invade constantemente hasta el arcén. Por eso vamos uno detrás del otro, porque los coches van rápido, hay mucha curva y poca visibilidad. Hay momentos donde es imposible pasar la primera barrera de árboles y ver más allá de diez metros. Me resulta increíble que en toda la línea ecuatorial haya el mismo paisaje y que mil kilómetros más arriba haya personas sufriendo la sequía extrema.

Todo el rato vemos riachuelos o se escucha el sonido del agua que procede de los árboles. Parece que en cualquier momento saldrá un elefante de la maleza e invadirá la carretera, estamos ya sugestionados, pero nos aseguran que durante el día eso no ocurre. Josh nos contó que el primer viaje que hizo a puerto gentil se le cruzaron por delante panteras, gorilas, tuvo que parar antes más de 50 elefantes tumbados durmiendo y esperar horas hasta que se levantaron, ya que cualquier alteración podía ser el fin para él y cientos de chimpancés. Nunca más volvió a ver nada igual, pero aquel primer viaje fue un paseo por la naturaleza más profunda.

A lo largo del día hay pequeños pueblos con casas de madera y puestos de mangos, piñas, plátanos o verdura en el arcén de la carretera. La vegetación y el estilo de casas de madera, en ocasiones pintadas de colores vivos nos transporta al caribe. A mitad de etapa paramos para comer algo en uno de los altos. Alto por decir algo, la máxima altitud del día es 90msnsm, muchos ratos estamos a 30. Un coche frena en seco con nosotros parados y casi nos atropella, para para comprar plátanos a una mujer que camina con ellos por el arcén. Es un capitán del ejército que habla muy rápido y a la misma velocidad que habla se van. Después de descansar un poco seguimos y vuelven a estar parados en la carretera comprando a otra mujer. Intuyo que a donde van la fruta está mucho más cara y es de peor calidad y cargan el coche todo lo que pueden.

La segunda mitad se hace más pesada, nos marcamos parar a los 80km. Justo hoy le ha bajado la regla a Shei y eso pesa. Es de las etapas más bonitas que hemos hecho. Al ser domingo hay menos tráfico y muchos de los camiones están parados en los arcenes con los conductores durmiendo debajo a la sombra. Tanto camión parado nos hace pensar que los domingos no están permitidos. Los camiones trasladan sobre todo troncos enormes, unos cuatro por camión y de vez en cuando hay cinco seguidos que ocupan toda una recta. Algunos conductores viajan con su familia, porque están comiendo a veces incluso con niños. Toda esa madera saldrá para China, Malasia, Francia… también camiones que sacan el hierro y el manganeso para Australia. Una por una sacar los recursos, destruir ecosistemas y nada de regenerarlos o crear empleo local. Ya que nos consta que todos los metales los procesan en Australia y no en Gabón donde generarían puestos de trabajo.

La gente es muy amable y cuando pasamos nos saluda con alegría. Todo el mundo nos dice, la gente de Botswana es la mejor, la gente de Namibia es la mejor, la gente de Angola es la mejor, y así con todos los países. Lo cierto es que en todos los sitios que hemos estado, las personas son super amables, alegres, acogedoras y todas son igual de increíbles. Dudo esta recepción a ellos en Europa. A los 80km paramos en un apeadero a comer un poco y descansar las  piernas. En ese momento aparece de nuevo el capitán con las mismas prisas, charla, nos dice mil cosas y su conductor, con chancletas pisa el acelerador y se van como han vuelto.

Nos quedan los últimos 20km hasta la ciudad. Cuestas curvas y algo menos de selva. Al acercarnos a la ciudad el paisaje se abre algo más y en un momento dado un gran vertedero donde humea la basura quemándose anuncia la llegada a la ciudad. Ese olor es característico y la verdad es que cuando estoy en algún lugar y queman plástico me evoca a África, es triste, pero es así. Las garzas y varios animales comen de los montones que no humean. Aguantamos la respiración lo que podemos hasta pasar el vertedero y entramos a las calles de una ciudad como cualquier otra. Esta tiene un aeropuerto, que parece con poco uso, ya que hay un camino que atraviesa la pista y decenas de personas la atraviesan en su ruta hacia el mercado. Al poco de entrar vemos un hotel del que nos han hablado, es muy normal y el precio es razonable. La trabajadora está tumbada en el suelo de una de las habitaciones, asoma la cabeza ante nuestra llamada y no cambia su postura en ningún momento. Negociamos con ella tirada en el suelo. Pienso en llegar a un hotel allá y que alguien te atienda así y no nos entra en la cabeza. La habitación tiene ventilador, las de aire acondicionado son casi el doble. Ya nos hemos acostumbrado a sudar y asumir ese estado permanentemente. Las paredes están sucias, no hay lavabo, pero caben las bicis y tiene cama. Nos conformamos. Dejamos todo y vamos a un sitio en frente del hotel donde hacen comida. El sitio es parecido a nuestra habitación, un local de paredes sucias con un ventanuco a una cocina minúscula donde sobre el gas calienta los dos tipos de carne que tiene, riñones o trozos de vaca. Con la mano coge un puñado de pasta de un balde donde hay como diez kilos ya cocinados y los calienta en la sartén junto a la carne. Proyectamos que el calor del fuego mata todo y nos pensamos en más. La pasta está buena y nos alimenta. Suficiente. El chico es de Níger y nos dice que le hagamos una carta de invitación para ir a España. Aquí buscan cualquier oportunidad para salir de esto. Compramos al lado algo de fruta y verdura para cenar y nos vamos a casa a ducharnos y descansar algo.

En Lambarené el día de descanso visitamos un hospital que inauguró un doctor alemán, Albert Schweitzer junto a su esposa Helen en 1913 con enfoque de enfermedades tropicales y para leprosos. A día de hoy sigue funcionando y es un museo. Ponemos las bicis a punto y nos preparamos para tres etapas hasta Libreville. 

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