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ETAPA 119 LOUBETSI-NYANGA

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50km 305+

Entre la rata, los gallos desde las 4:00 y que a las 5:30 están moliendo a palos a un perro que se queja lastimosamente y es imposible no escucharlo, salimos de la cama. Sacamos las bicis y poco a poco las maletas y guardamos todo. Pensamos en cómo habría sido si estuviera lloviendo. A las 6:00 estamos listos y nos despedimos de Samza, el jefe del pueblo. Por delante 50km hasta Nyanga que ya nos han avisado que pueden ser muy complicados. Ha llovido algo durante la noche, pero no mucho. Al kilómetro y medio un charco que ocupa todo el camino de unos 100 metros nos obliga a pedalear sobre él. El agua llega a los ejes y los pies se sumergen. Por suerte la bici rueda y no se clava en el barro. Asumimos que tendremos las playeras mojadas todo el día. Si con el calor que hizo el día anterior los caminos están así, no queremos imaginarnos con las lluvias torrenciales que suelen caer en esta época.

Vemos que el camino es medio ciclable y queremos aprovechar. Pero el ritmo de charcos y barro no es superior a 10km/h. Después de mucho rato sólo llevamos 5km y tengo la sensación de que la etapa se hará muy dura. El camino tiene más vegetación, es rojizo y contrasta con el verde luminoso de la hierba y árboles. Si quisiéramos acampar habría que cortar mucho y debajo sería barro. No es buen lugar para tener que pasar la noche. Por todos los pueblos que pasamos hay mucho niños, nos gritan “Chief” (jefe), no sabemos por qué, pero la admiración al hombre blanco, me parece injusta. A partir de los quince kilómetros la etapa mejora en asfalto aunque seguimos buceando en charcos que mantienen los pies mojados. Nos marcamos la mitad de la etapa para desayunar algo y no queda otra que parar en el mismo camino y de pie tomar un café frío y pan con nocilla y el aguacate que queda. Incluso de pie, sudados, todo entra bien. Con hambre y cansancio las cosas se ven de otra manera. Lo que es seguro es que después de una experiencia así uno valora todo mucho más. Cuando terminamos y tenemos recogido dos chicos vienen de la escuela, son las 9:00 de la mañana  y han caminado más de una hora para hacer un examen y ya estaban de regreso. Nos piden pan, no nos queda, pero nos hemos marcado ahorrar cada vez que pidan para un pozo y nos mantenemos firmes, aunque cada vez nos cuesta más. Comentamos que sería genial poder satisfacer de comida, escuelas, luz y de todo a toda esta gente que ha nacido en un sitio con menos oportunidades.

Nos queda la mitad de la etapa y el camino favorable, el sol, el paisaje, los pueblecitos, la alegría de la gente convierten esta etapa en una de las más bonitas de África y de rumbos. Estamos cansados de la etapa anterior y tenemos ganas de llegar para hacer gestiones, pero disfrutamos el día siendo conscientes de que esa experiencia pasa y hay que absorber cada momento. En un momento dado al grabar a Sheila cuando pasa al lado de un grupo de chicas, nos piden que les haga una foto. Charlamos con ellas y nos generan una felicidad instantánea. Les gusta verse y les prometo que les mandaré por whatsap, una, Maribel me da su número y nos vamos con la promesa de enviárselas cuando tenga cobertura. Todas vienen con cestos que llevan a las espaldas cargados de leña, fruta, hierbas o lo que sea y lo sujetan con una cuerda a la frente. En ocasiones ves a mujeres muy mayores caminando encorvadas con una carga que se intuye muy pesada. Aquí no tienen escapatoria, si quieren agua, madera, comida tienen que caminar y cargarlo ellas mismas. No imagino ya a nadie en el primer mundo y menos con más de 70 años cargando ese peso.

La última parte de la etapa es algo más rocosa y cuesta pedalear, además tiene cuestas y la resaca muscular del día anterior ha dejado la rodilla de Shei tocada y tiene que bajarse en las subidas. Pero vemos ya casas y nuestro objetivo está a la vista, lo primero que tenemos que hacer es parar ante el grito de un gendarme para que vayamos a la oficina para que miren el pasaporte. Llegamos con un qué tal estáis y sudando y se compadecen de nosotros, luego a ver que somos españoles toca si somos del Madrid o del Barça y ya los conquistamos. Nos despedimos y bajamos una cuesta hacia el río Nyanga. Un puente con arcos viejo, de camino de tierra cruza un río caudaloso. Se ve una iglesia y nos plantemos preguntar para dormir, pero está algo alejada del pueblo. Así que subimos y de nuevo toca otra revisión de pasaporte. El pueblo son casas en torno a una rotonda. Todo es de tierra, las casas muy viejas, paredes sucias, puestos de madera, alguna tienda y farmacia. Lo primero ir al sitio donde dormiremos, lavamos las bicis, limpiamos alforjas, ropa y ducha, lleva rato, pero es necesario para plantearnos hacer la etapa larga del día siguiente. El lugar donde comemos es escaso y algo caro y tenemos nuestro desencuentro al pagar porque cambia el precio y nos engaña un poco. Compramos algo para la cena en una tienda donde el dueño es de Chad,  y quiere ir a España. Su idea es ir por Mauritania en 2028 y hablamos de que van quedando rutas cada vez menos seguras para llegar. Que injusto que tanta gente sufra y pierda la vida para llegar a España y les recibamos tan mal.

Luego regresamos al hotel, donde sudamos sin parar toda la tarde hasta que encienden el generador que nos da aire en el ventilador y un poco de tregua. Hacemos tareas, cosemos la bolsa que el ratón ha roto la noche anterior y nos mentalizamos a llegar a Ndendé en Gabón al día siguiente. 

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