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ETAPA 108 CHIPEKE-CHIULO

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77KM 195+

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El día anterior al pasar a Angola tenemos nuevo horario, una hora menos que de casualidad coincide con el cambio de hora en España. Lo bueno es que tendremos una hora más para hacer las cosas y para dormir, lo malo es que amanece antes y tendremos más calor pronto y que nos quedamos con una hora menos de luz.

Nos metimos agotados a la cama y por las justas leí dos hojas del libro, como siga así no me acabo el libro en todo rumbos. La temperatura fuera es perfecta, pero dormir seguros dentro de un aula conlleva quince grados más de temperatura. Toda la noche sudando. Nos depertamos sin que suene la alarma. Nos perdemos el amanecer que vemos todos los días y si ahora queremos verlo, tendremos que levantarnos a las 5:00, me temo que nos perderemos muchos. Es domingo y no hay críos por el cole pronto. De cualquier manera, es un pabellón con unas seis aulas, nada más. Y casas por alrededor escondidas entre los baobabs. En frente del colegio hay dos casas abandonadas, destruidas y con metralla en la pared, imaginamos que de la guerra civil que acabó en 2002 y que ha dejado muchas arrugas en la cara de la gente.

Salimos al camino, tenemos 44km para llegar a Xangongo. Estimamos que nos costará más de cuatro horas. Cuando afrontas etapas en las que hay una parte dura y ves la velocidad que llevas y el cálculo te dice que serán horas haciendo lo mismo, pesa como una losa. Luego siempre acabas las etapas y el recuerdo se queda con lo positivo, pero en esos momentos se hace eterno. Lo malo es el camino arenoso e ir lento e inseguro, lo bueno es que casi seguro sea de las etapas más bonitas que haremos en Angola.  Un camino de tierra con baobabs a ambos lados. Algunos parecen seres mitológicos con un tronco inmenso que parecen varios árboles juntos. Alguno está tumbado y da la sensación de que incluso caído hecha raíces y las ramas siguen creciendo. África tiene animales maravillosos, paisajes, amaneceres y atardeceres únicos, flora salvaje y gente con una energía y resiliencia que encontrarás en pocos sitios.

Por el camino vemos a niños con ropas rotas, descalzos caminando por los laterales y en muchas ocasiones pidiendo dinero. Que duro es vivir en este continente, pero si encima lo haces en poblados aislados donde no hay carretera, la escuela está lejos, no hay agua (y en este caso cuentan con el río, pero en otros sitios ni eso). No paramos de reflexionar sobre la desigualdad de las realidades en el mundo.

El camino a ratos se deja pedalear más fácil y sientes que avanzas mucho, pero se compensa con los ratos de empujar la bici por la arena. La rueda es como un cuchillo que se clava y tienes la sensación de que las ruedas están pinchadas y empujas un coche. Todo el rato nos cruzamos con motoristas llevando gente, a veces hasta cuatro. Les lanzas saludo y muchas de las veces es el conductor el que levanta el brazo para saludar y esperas que no pille arena y se caigan todos.

Llegamos a otro poblado a los 20km de etapa que tiene unas pocas tiendas y un colegio. Lo mejor de todo es que cuando planifiqué las etapas y busqué algún sitio donde dormir por este camino, en google maps no salían estos pueblos, no sólo están incomunicados, también olvidados y ninguneados. Picoteamos un par de latas de fruta, lo justo para tener un poco de energía para salir del camino. A las tres horas de pelear se nos comienza a amontonar y deseamos llegar a civilización donde podamos hacer tarjeta de teléfono y sacar dinero.

A las cuatro horas y media de polvo pisamos asfalto. Es domingo y cientos de personas regresan de misa con las sillas de plástico en las manos. Van elegantes, coloridas, contentas. Hay dos cajeros, uno roto y en el otro hay una cola inmensa. Una cola por la que se van sumando personas por los laterales con las ganas de sacar dinero antes de que se termine. La gente no sé que hace, se amontona alrededor de la pantalla y algunos tienen que meter códigos para que le den dinero con lo que se retrasa mucho, fácil estamos cuarenta minutos para mi turno. No es cerrado, es al aire libre y todos se quedan al lado de la pantalla para ver como saco dinero. Saco menos de lo pensado para que no alucinen con la cantidad. No puedo sacar más de 60€ de vez, así que saco en dos veces. De ahí, desandamos hacia la otra parte de la ciudad en busca de una tienda que me venda una tarjeta. Una tiene gente en la puerta y dicen que en dos horas volverá de misa y comer. No podemos estar dos horas esperando y comenzamos a marcharnos, uno de los hombres se levanta, le dice algo a un chico y viene en ese momento. Es el dueño que por lo visto no estaba tan lejos. Nos hace tarjeta rápido, pero el internet es una chufa y va por las justas. En frente compramos algo de fruta y nos vamos a las afueras del pueblo a comer unas sardinas con pan para meter algo al cuerpo. Hace mucho calor y nos refugiamos a una sombra. Justo en frente hay un control policial, que no sabes exactamente que hacen, pero paran a casi todos los coches. A nosotros también cuando nos vamos “de donde sois, a donde vais” ya podéis seguir, nos choca el puño y nos lanzamos a por los 30km que nos lleven a Chiulo. Ahora sí, rodamos a velocidad y se agradece, pero estamos cansados de la paliza del camino.

Seguimos viendo baobabs por todo, muchos niños por los arcenes que nos saludan y tenemos las primeras rampas que echábamos de menos. El paisaje es más verde que todo lo vivido hasta la fecha e intuimos que en adelante poco a poco irá mejorando. Hay muchas más poblaciones y gente por todos los lados. Menos tráfico del esperado, pero quizá es porque es domingo. En hora y media hacemos los 30km y llegamos a Chiulo. Hay un desvío a la derecha y al fondo se ve una iglesia. En el mapa sale que hay un liceo en frente. Todo pertenece a una misión católica junto con el hospital. El guarda nos deja pasar al patio del colegio y nos dice que no nos preocupemos que dormiremos, pero que luego vendrá la monja. Descargamos todo, llenamos la bolsa ed un pozo que tiene el colegio que es un depósito de hormigón del que se saca el agua a cubos. Nos duchamos en los baños y en ese momento llega la monja, Victoria. Charlamos sobre nuestro proyecto y su realidad, ella nos habla de la necesidad de placas para la luz del colegio y de un sistema mejor de agua. Tomamos nota para futuros proyectos, pero sobre todo me gusta que tiene hospital también. Escribimos a fuera con el atardecer y cenamos con la brisa de la noche. Felices de regresar a nuestros colegios donde nos sentimos seguros y cómodos.

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