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ETAPA 107 OMINDAMBA-CHIPEKE

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58KM 200+

El ventilador funciona toda la noche, los cuartos cogen el calor del día y son incapaces de sacarlo por mucho que abras las ventanas con lo que te cueces lentamente y sudas la cama sin quererlo. Cada vez que vas al baño, el aire del ventilador enfría tu sudor y te molesta regresar a una cama mojada y fría. A fuera hace una noche espectacular, dan ganas de sacar la cama, pero estamos justo donde el canal de riego y los mosquitos están deseosos de que salgamos.

Madrugamos, ya que hay paso fronterizo y siempre son una incógnita. Para salir con fuerza reservamos un desayuno de patatas, huevo y salchicha que no sale muy caro y así no tenemos que cocinarnos. Frida la cocinera es una mujer regordeta, sonriente y que nos pregunta cuando regresaremos. Es cierto que el guest house está muy bien, pero existen muy pocas posibilidades de que volvamos a verla. Con las bicis ya montadas nos hacemos foto con ella, nos despedimos y salimos hacia Angola. A los 100 metros vemos a dos cicloviajeros, los primeros de África después de 1.700km. Son franceses y regresan desde Isla Reunión a casa. Es probable que los veamos de nuevo en Lubango. Dentro de unos días lo sabremos, intercambiamos contactos y nos despedimos. Entre una cosa y otra son las 8:30, el día menos indicado para salir tarde.

Tenemos doce kilómetros hasta la frontera, seguimos el canal donde grupos de mujeres y niños lavan la ropa. Últimas palabras en inglés del viaje, a partir de ahora portugués y francés. Es un paso fronterizo con poco tránsito y pasamos directamente. Fuera hay un grupo de personas con un montón de gallinas apiladas que desprenden un olor muy fuerte. Aunque somos los únicos tardan casi veinte minutos en sellar el pasaporte. Y desde ahí comienza el camino de tierra. Pasamos al carril derecho, otra cosa que ya no volveremos a hacer es circular por la izquierda. El edificio de aduana angoleña es algo más grande, el hombre que nos atiende es muy amable, ya nos habían avisado de que eran muy exhaustivos, un buen rato de tomar datos, fotos de las bicis, fotos de nosotros con las bicis y ya libres. Es ilegal cambiar dinero en la frontera, pero el policía llama a un chico para que cambiemos detrás del edificio. El cambio que me ofrece es malísimo, pierdo un 10%, así que decidimos cambiar al salir a la carretera mañana. Tampoco hacen tarjetas de teléfono con lo que nos quedamos incomunicados por dos días. Tenemos los mapas descargados así que saldremos a la principal seguro.

Desde la frontera comienzan 92km por camino para llegar al asfalto. De etapa nos quedan 46km, empezamos por una zona de piedras y si no arena. Cuando llevamos tan solo 3km ha pasado un buen rato y si el ritmo sigue así se nos va a complicar mucho más de lo esperado. Sabemos que es una carrera de fondo, pero salir tarde y la perdida de tiempo con el cambio es ya tarde y el sol está motivado y calienta mucho.

Desde que entramos en África es el primer país con las típicas motos de 125cm3 que hay por todos los lados y sirven de taxi, de transporte de bultos y de lo que sea. Es mágico ver como circulan por esos caminos de arena con esa estabilidad mientras eres incapaz de dar tres pedaladas seguidas. Es una carrera de fondo y entre empujones y zonas que se dejan ciclar avanzamos poco a poco. A los 30km tenemos que parar agotados a la sombra de un árbol a comer algo, una manzana, un tomate y una lata de frutas, suficiente para recuperar energía y lanzarnos hacia Naulila, el único pueblo de entidad en todo el camino. Antes de salir llega un chico en moto, Tobías, que es policía y se presenta como el rey de la zona. En caso de necesidad ya sabemos por quien preguntar, o lo mismo es un fantasmón. A pesar de lo remoto vemos gente pasar todo el rato. A los 38km llegamos a un pueblo de casas de una planta rectangulares de hormigón, otras de madera y techos de paja y otras de chapa. Desde todas nos van saludando. Hay varios bares y el ambiente no invita a quedarse mucho tiempo. En una tienda preguntamos si hay pozo o grifo en el pueblo, dicen que está cerrado y ya que es tarde, no tenemos ganas de andar dando vueltas, con lo que compramos cuatro botellas de agua. La etapa es larga en horas y aun queda salir hasta Xangongo, es peso, pero quedarse sin agua es un riesgo.

A la salida del pueblo en la estación de policía nos toca el primer registro de datos del país, foto a los pasaportes, preguntas y seguimos camino. Desde ese punto hay una especie de elevación que parece será la carretera que tiene  en mente hacer y la gravilla es más compacta y casi sin arena. Desde aquí comenzamos a ver un río a la izquierda donde se refleja el sol, orillas frondosas de vegetación y un paisaje, aunque seco porque hace calor, con mucho árbol por todo. El árbol que lleva el protagonismo es el baobab, majestuoso, con toda la sabiduría del tiempo en su enorme tronco. Dan ganas de hacer foto a cada uno que vemos. La etapa desde Naulila avanza más rápido y vemos con otro talante lo que queda, aunque tenemos ganas de acabar. Por todo el camino hay pequeños recintos vallados con maderas y dentro un conjunto de casas circulares echas de madera y paja. Si hay algún símbolo o concepto con el que alguien se imaginaría donde viven las tribus africanas, sería este. Desde los pequeños poblados salen niños a saludar, algunos de ellos hacen el gesto de hambre y tienden la mano, pero de nuevo no da la sensación de que les falte nada, parece más un gesto automático al paso de los blancos. Nos cruzamos con decenas de rebaños pastoreados por niños. Que duro tiene que ser vivir ahí, lejos de la escuela, con falta de agua, con ese calor. A los 58km vemos una pequeña escuela que atiende a un grupo de casas de chapa y donde hay dos edificios abandonados y llenos de metralla, ¿serán de la guerra civil que acabo en 2002? Preguntamos si es posible dormir en esa escuela y nos dicen que sí al instante. Es tarde así que vamos rápido. Tenemos varios niños curioseando, Cristina una mujer mayor, le acompaña a Shei a llenar la bolsa de agua de un depósito que es la fuente del pueblo y que llenan con una bomba desde el río Kunene. Aunque los niños se alejan para que podamos ducharnos con algo de intimidad, siguen observando en la distancia. Sacamos la bolsa de ducha por la ventana y nos remojamos sobre una franja de cemento, el resto es arena de playa. Con la ducha hecha, nos refugiamos en el aula para escribir la etapa, cocinar pronto ya que no hemos comido mucho durante el día y a dormir que tenemos ganas. 

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