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ETAPA 105 OSHAKATI-OUTAPI

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87KM 140+

Dormimos relativamente bien en el pequeño horno donde nos alojamos. El ventilador de la pared hace lo que puede pero el aire que llega es cálido. El ventilador es viejo y al mínimo suena como una avioneta que se aproxima, llega un momento que aíslas el ruido y concilias el sueño, o puede que simplemente estemos super agotados y el cansancio se encarga de aislarlo. Sin ese aire la cama estaría empapada de sudor. Los mosquitos no dan mucha guerra y nos dejan descansar.

Aprovechamos la infraestructura que nos da el lugar para hacernos un café y desayunar cereales con yogur y fruta para afrontar la etapa. A las 8:00 salimos al camino de arena y empujamos la bici hasta la carretera. El tráfico es intenso, pero nuestra esperanza es que se desvíen hacia la frontera. Antes de salir de la ciudad echamos gasolina, que por la razón que sea en pocos usos se ha gastado todo el bote. Es gracioso llegar con bicis a una gasolinera y pedir combustible. Luego ven la botella de medio litro y no entienden para que es, les explicamos que es para cocinar. Mientras echamos gasolina aparecen tres niños de alguna tribu, van con faldas, el pelo en rastas y teñido de naranja, piden dinero. Nos da la sensación de que sus padres los mandan con la leña en la cabeza a pedir dinero. No creo que vayan a ir nunca a la escuela y te da rabia. Aunque insisten, aceptan el no con resignación.

Comenzamos etapa, tenemos 87km por delante hasta Outapi, hemos visto en la aplicación de Overlander que hay una casa familiar que te deja acampar por poco dinero y esperamos que el lugar siga alojando. El movimiento que veíamos desde la ventana de los árboles es mayor del que esperábamos, y lo que es peor, es en contra y fuerte. En cuanto dejamos el crece a la frontera baja mucho el tráfico, hoy será más tranquilo. A los dos lados el paisaje es casi yermo, de hierba amarilla pastada por los animales y pocos árboles. Probablemente de los días con menos vegetación de África. Durante decenas de kilómetros hay montones y montones de tierra en los dos arcenes. Por un lado creo que es buena zona de tierra para construcción porque hay muchos trabajadores tamizándola y por otro parece que están enterrando tuberías. Que los poblados tengan agua y electricidad no es tan difícil, es cuestión de que sus gobiernos quieran. Si un campamento en mitad de una reserva natural puede tener piscina y baños, los poblados también la merecen.

El viento pasa factura y a las dos horas paramos a tomar un café frío. Pocos más apeaderos veremos en la etapa. Parece mentira lo que hace pausar un poco el pedaleo, comer algo, conversar y arrancar, te resetea lo justo para continuar con alegría. Hemos parado antes de Oshikuku para que nos sea un jaleo. Hemos acertado, la ciudad tiene muchos bares a los dos lados, en realidad desde que salimos de Tsumeb los poblados tienen casas rectangulares con un el nombre del bar pintado. Una sensación de antro brutal, oscuros, da igual la hora del día, siempre hay alguien sentado en las sillas de plástico de fuera bebiendo cerveza. En realidad no es diferente a lo que hay en España, pero aquí el perfil es muy característico, hombre de mediana edad casi siempre y que en algunos casos no transmiten mucha confianza, visto claro desde un prejuicio que puede ser fallido.

Damos otro empujón a la etapa y seguimos con cabras, vacas, burros pastando hierba amarilla por los arcenes. En un momento dado hay un canal de agua bastante sucia con las orillas llenas de plásticos. Muchos animales picoteando entre los restos. Hacia los 53km llegamos a un pueblito con sus bares característicos, uno el Zanzi bar (siempre he pensado que su tuviera un bar haría un juego de palabras con el nombre, este le va al pelo). Hay pequeñas tiendas y paramos a la sombra de una de ellas para tomar un refresco frío. El sonido del gas al abrirse es refrescante por si solo. Nos sentamos en el suelo apoyados en la puerta del mercado mientras unas niñas se asoman juguetonas para que les lancemos sonrisas. Les hago una foto y las risas al verse son mágicas. La pequeña tienda tiene lo justo, poca comida de verdad, galletas, patatas, latas, jabones y poco más. Hay zonas muy desabastecidas. Nos quedan 34km y nos lanzamos al calor del día, el viento ha bajado algo, pero poco. Desde la tienda hasta la carretera empujamos la bici, primero porque hay arena, pero sobre todo porque siempre hay cristales. Raro es el trozo de arcén que no tiene cristales. Calculo que cada día se tiran decenas de botellas por las ventanillas de los coches, si no es incomprensible.

De primeras nos planteamos dormir en Ombathi, un poblado donde se ven varias casas en Google maps, pero más adelante hay un colegio y ese es el sitio elegido hasta que en la aplicación alguien marca que durmió hace tres semanas y nos la jugamos. Rodando plácidamente en paralelo porque casi no hay coches, de repente se pone un coche de la policía al lado y nos dice que circulemos en línea. Nos para más adelante y le explico con calma que llevo camiseta amarilla y que de hecho a nos ser que haya más circulación, se nos ve más en paralelo y nos da más seguridad. “pero esto es África”, “ya, pero aquí abultamos lo mismo que allí”. Mi argumento le convence y nos deja seguir igual y se marcha con una sonrisa. Antes de replicar, tanteo el temple y si darán pie, se de primeras se les ve autoritarios, hacemos caso sin chistar y les damos el gusto de imponer la ley.

A falta de 10km paramos en una mesa que tiene sombra a comer algo. Podemos seguir hasta el final, pero se nos hará tarde y así llegamos comidos. Unos niños se echan a lo lejos bajo una palmera y nos observan. Les saludamos y se alegran. Comemos una lata de atún y descansamos un poco. Cuando salimos de ahí vemos a los niños correr hasta la mesa por si hubiéramos dejado algo. Los últimos kilómetros los hacemos rápido y entrando en Outapi está la casa. Hay un pequeño bar con gente fuera y preguntamos a una chica si se puede dormir. Se levanta rápido y nos acompaña dentro de la parcela. Es la nieta de una mujer que está cosiendo. Ella es Osiwambo, una tribu del norte de Namibia. Le explicamos que un chico nos ha dado la referencia y se alegra. Nos dice que sí y al final nos deja por 5€ poner la tienda de campaña en la casa que hay en construcción. El terreno desde fuera invita poco a entrar. Hay un grifo con un coche abandonado y mucha basura, una valla de chapa que rodea el recinto y un muerte de hormigón donde están las habitaciones donde duerme la familia. La mujer está bajo un cobertizo de paja con una radio muy vieja colgada y sonando música de un Osiwambo, es alegre y parecen oraciones locales.

Llenamos la bolsa de ducha de agua y nos instalamos en la casa. De vez en cuando pasan las chicas para curiosear y un rato se sientan con nosotros hasta que tenemos que ducharnos. El resto de la tarde escribo la etapa, arreglamos un pinchazo, el freno que se ha soltado y preparamos la cena. La luz nos deja antes de las 19:00 y el cuerpo pide descanso.  

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