101km 90+
Cronje y Mari nos dejan en la estación de autobuses y no sabemos la sudada que se nos viene encima. Descargamos todo el equipaje y las bicis y tras varios viajes llevamos todo a una cola que se amontona para meter las maletas en la panza del bus. El conductor nos pone cara de que las bicis serán un problema, pero que tenemos que pesar antes todo el equipaje y que volvamos a las oficinas, con lo que de nuevo varios viajes para que una mujer nos vaya pesando las maletas y las bicis. El momento es cuando nos dice que llevar las bicis es más caro que nuestros billetes, nos quiere cobrar 50€ y le decimos que es una locura. Queremos que nos enseñe donde dice que una bici vale eso, nunca llegan a enseñarlo, pero al fin lo dejan a la mitad. Seguimos sin creerlo, pero hay que aceptarlo ya que el bus espera y tenemos aún que meter todo. De nuevo varios viajes para llevar todo, en los que nos damos cuenta que ninguna de las tres veces nadie ha hecho aunque sea un amago de querer ayudar. Con todo metido en los maleteros y las bicis bien puestas, subimos a nuestros asientos sudados y con ganas de relajarnos. Tenemos seis horas de bis por delante. Justo atardece en ese momento y salimos de Windhoek con un círculo naranja espectacular que irradia matices crepusculares por todo.
Se hace de noche y el cansancio nos lleva a un sueño y muchas posturas hasta Tsumeb. Llegamos casi a la 1:00 de la noche. Tanto el conductor como el del hotel nos dicen que a esas horas es peligroso y que mejor que alguien vaya a buscarnos. No conocer el lugar nos hace desconfiar y aceptamos que una furgoneta nos recoja. Una pick up nos espera en frente de donde para el autobús. Tenemos que descargar todos los bolsos, que ha sido una odisea subirlos. Un solo kilómetro nos separa del hotel y sentimos que quizá no era necesario gastar ese dinero, pero nunca se sabe. Entre descargar y organizar todo se nos hacen casi las dos de la madrugada. Haber dormido en el bus y subir la tensión para movilizar maletas nos tiene algo despejados y nos cuesta conciliar el sueño. A las 7:00 cuando suena el despertador nuestro ritmo vital es parecido al de una tortuga. Hay veces que es mejor que el cuerpo siga su ritmo y no imponerle nada. Desayunamos tranquilamente, nos duchamos y montamos las bicis.
Son más de las 9:00 de la mañana y tenemos a priori 70km por delante el comienzo de etapa es muy favorable y casi sin pedalear avanzamos rápido. Además las bicis están limpias y engrasadas y se nota, funcionan perfectamente. Estamos cerca de Etosha park y nos adelantan muchos todoterrenos preparados para safaris y camionetas transportando turistas. El paisaje es más seco de lo habitual y aunque esta zona no se vio afectada por los fuegos recientes, también han hecho quemas y los restos humeantes impregnan de un olor el ambiente.
El buen ritmo nos motiva y pensamos que aunque hemos salido tarde quizá seamos capaces de llegar al Etosha park. No nos arriesgamos y tratamos de avanzar por lo menos 40km antes de escribir y preguntar si habría sitio. Con el sol comenzando a golpear fuerte la rueda delantera toca suelo, he pinchado. Como estamos en mal sitio, vemos que aguantará con unas cuantas hinchadas y seguimos hasta un apartado con mesa que justo está a 40km. Aprovechamos para picotear algo y nos dan la buena noticia de que justo ha habido una cancelación y de que tenemos un hueco libre. Con esa buena noticia nos motivamos para hacer los 100km y tener la opción de celebrar el cumpleaños de Shei en el parque nacional.
Con el pinchazo arreglado, el estómago lleno y el objetivo puesto retomamos carretera. La etapa está siendo llana, picando ligeramente hacia abajo. De nuevo son rectas con paisajes monótonos. Desde Tsumeb hasta Oshivelo no hay poblaciones ni lugares donde repostar agua. Lo único que hay son entradas a granjas por caminos de tierra. En caso de necesidad no habría otra opción que cansarse hasta adentro, pero tenemos agua suficiente para acabar la etapa. Hacia los 70km hay otro apeadero donde un camionero se está cocinando la comida y donde nosotros comemos una lata de fruta y cacahuetes. Vamos informando al parque de a qué distancia estamos para que calculen cuando salir a buscarnos. El conductor se mete al camión a echar la siesta, son las dos de la tarde y el cuerpo nos pide meternos a dormir, pero nos quedan 30km y tenemos ganas de acabar la etapa. A los pocos kilómetros hay un desvío que se dirige a Etosha park, al poco de comenzar esa carretera cumplimos los 7.000km de rumbos olvidados y encima llevamos justo un mes en África. Es un día especial y el cansancio que teníamos a mitad de etapa casi desaparece viendo ya más cerca la entrada al parque. Señales de facoceros y sobre todo, facóceros cruzando la carretera, algún bambi, suricatos, la naturaleza nos regala la vida sin artificios. A las 16:00 llegamos a la entrada donde nos esperan Jack y Christo, con un todoterreno para llevar las bicis y otro de safari para llevarnos a nosotros. Por los caminos hasta los campamentos hay que ir en vehículo, hay animales sueltos.
Parece que entramos a Jurassic park, una verja enorme y en la cabeza suena la banda sonora, estamos muy contentos. Justo al subir las bicis ha comenzado a llover y nos hemos librado de mojarnos. Rellenamos los datos de entrada en un edificio donde está el restaurante. Hay varias mesas y un murete con vistas a un pequeño lago donde si hay suerte se acercan cebras y otros animales. Varias personas están sentadas observando con prismáticos. Con el check in realizado nos llevan a la parcela 23 donde pasaremos tres noches. Tenemos luz, ducha, váter y fregadero, un lujazo con el no contábamos. Descargamos todo, nos duchamos y vamos caminando para pasar la tarde en el edificio principal. Hacemos tiempo con llamadas para felicitar a Shei y a las 19:00 nos sacan la cena. El lugar es caro, pero la ocasión lo merece. La ensalada es muy escasa, pero los otros platos compensan y celebramos un cumpleaños especial en el parque más grande de África.