El 21 de junio es un día largo, nos despertamos en Sugylan, realizamos una etapa de 60km con un buen puerto para llegar a Çorum, localizamos nuestro alojamiento, desmontamos las bicis y preparamos las maletas para dejarlas en una habitación del hotel, hacemos compra y nos informamos sobre lo que vamos a visitar en Göreme los próximos días, cenamos y tratamos de dormir algo hasta la 1:30 de la mañana. Cuando suena el despertador, el cuerpo está en plena fase rem o en otro planeta y es incapaz de moverse. A la 1:45 estamos en la calle esperando a Müsait, un taxista con el que hemos quedado para que nos lleve a la estación de autobuses. El autobús es a las 2:30 y estamos a las 2:00, para colmo lleva retraso de media hora y no sabemos que postura poner en esos asientos, nos caemos de sueño y deseamos montarnos. Parece que ha pasado una eternidad pero hace menos de doce horas que hemos llegado a Çorum.
Nos queda una noche de seis horas de viaje, en las que uno piensa que con el cansancio y siendo viaje nocturno, cerraremos los ojos y al abrirlos estaremos en nuestro destino. Pero los minutos parecen horas, hace paradas eternas y no conseguimos dormir nada con lo que nos suelta a las 9:00 de la mañana en esa diminuta ciudad agotados. El primer impacto es muy negativo, parece que el autobús ha viajado hasta una ciudad en el Mediterráneo y hemos salido de Turquía. Hay turistas por todos los lados, negocios de restauración, tour operadores en cada esquina, quads, coches clásicos para alquilar, hoteles, tiendas de souvenirs, la antítesis del viaje que estamos haciendo en bici. Ya está hecho, así que hay que sacarle el mayor partido.
Subimos con nuestro escaso equipaje en busca del hotel, se nos hace raro ir con una mochilita y un bolso de mano, admitimos que es más cómodo que arrastrar 50kg de bici. Como hemos llegado pronto nos dejan tomar un café y hacer tiempo hasta que esté disponible la habitación y aprovecho para poner al día la web en su terraza. Nuestro hotel, al igual que muchos tiene la palabra cueva en alguna parte del nombre. El lugar se caracteriza por una geología peculiar donde predominan las cuevas y han explotado en esa ciudad el modelo hasta la extenuación.
A la tarde paseamos y reservamos los tours para los próximos dos días y tratamos de buscar un lugar barato para comer algo. Os adelanto, no hay nada barato, por el precio que comimos dos menús en Çorum un día antes con dürum, patatas, bebida y postre, comemos sólo un lamacun y encima es pequeño. Por la tarde descansamos y recuperamos el cansancio perdido durante la noche anterior.
El primer día comienza con un desayuno en buffet al que sacamos chispas. A las 9:30 nos vienen a buscar para hacer el tour rojo por la parte norte de la ciudad. A lo largo del día visitaremos la chimeneas de las hadas en el valle de los monjes, el valle Zelve. En ambos predomina un tipo de forma geológica que asemeja a setas o chimeneas por la erosión del viento, el tiempo y la lluvia y la estratificación de la roca. En esos lugares hace dos mil años se refugiaron los cristianos escapando de los romanos y puedes distinguir habitaciones, iglesias y cocinas destinadas a la vida. El paisaje es árido, de colinas suaves y arenosas por el que caminamos miles de turistas siguiendo a sus guías. No es época alta y a ratos consigues la soledad para disfrutar del lugar y tratar de imaginarte la vida ahí, pero los escasos minutos que dan de visita arruinan la magia.
El resto del día te meten visitas con calzador a una tienda de cerámica que en el primer apartado parece una tienda tradicional y las salas posteriores parecen un Ikea de pasillos con expositores de platos, jarrones y miles de piezas. Seguimos el recorrido hasta fuera y esperamos a que el resto salga, por supuesto han caído y casi todos salen con su artículo. Nos llevan a un mirador desde el que vemos Göreme desde lo alto y seguimos hasta el castillo de Uchisar, que es un promontorio del mismo material, pero por dimensiones y ubicación en lo alto se convirtió en sitio estratégico para la vigilancia y defensa de la zona. La visita al castillo es desde fuera, si queremos verlo tenemos que pagar y venir en otro momento, ya que el reloj sólo nos da veinte minutos para pasear por los alrededores. Nos rematan el día con la visita a una fábrica de ropa de cuero que nos da vergüenza ajena. Los pobres trabajadores en una pasarela cutre nos montan una especie de desfile como si fuéramos compradores de moda. En nuestro mismo tour viaja una mujer de Bilbao, Marta, que es enfermera en Gran Canaria y que con su energía nos ha rellenado los momentos de aburrimiento del día. Al regresar al hotel nos despedimos hasta el día siguiente. Compramos algo para hacernos una ensalada y nos vamos como Batman a la cueva donde nos sentimos más seguros.
El segundo día madrugamos para ver como vuelan los globos aerostáticos. A las 5:00 estamos sentados con miles de personas. A todos nos cobran un euro para subir por la carretera, se te queda cara de idiota de la monetización de la calle, pero ya que has madrugado… Desde la distancia ves como los globos surgen lentamente por el horizonte mientras amanece. La pega es que es contraluz y sólo ves siluetas lejanas. El espectáculo visual que te venden en la Capadocia es desde otro lugar. Tratamos de disfrutar de la estampa y de las vistas y regresamos para desayunar y afrontar el tour verde. Siento ser negativo, pero si el rojo me dejo un poco triste el verde, suspende. Comenzamos el día en el mismo balcón del día anterior para ver Göreme, así que en vez de ver las vistas, paseamos con Marta y no damos tregua a la lengua de todo lo que queremos decir. Tenemos una forma parecida de viajar, pero poder desahogarte en tu idioma ayuda a abrir el manantial verbal. De ahí nos llevan a la primera de las visitas chorra del día, una tienda de joyas y nuestro caminos sigue hasta la puerta trasera donde esperamos a que el resto salga de la brasa del vendedor. La siguiente visita es la única que merece la pena por historia e interés, es la ciudad subterránea de Kaymakli. Ocho niveles bajo la tierra donde los cristianos se refugiaron, con sistemas de ventilación, salas donde resguardaban a los animales, cocinaban o hacían vino, tenían iglesia y cientos de estancias para esconderse de la persecución. Cientos de metros de galerías que excavaron como un hormiguero gigante de humanos. El tiempo apremia y salimos rápido. En esta me habría quedado más tiempo para admirarla, para sentarme en las salas y tratar de sentir la realidad de estar bajo tierra, de como sacarían la arena o como sería eso cuando se llenara de humo por el fuego de la cocina.
Comemos en un restaurante en el alto del valle de Ilhara. Un cañón horadado por el agua hace miles de años y que el río ha creado una especie de vergel en el fondo. Nos dan un rato para bajar y pasear. Muchos se quedan tirados en los sillones y los pocos valientes bajamos a pleno sol, sin rumbo ni instrucciones para encontrar el rincón más bonito. El lugar no tiene nada de especial, pero en mitad del desierto un poco de verde y el sonido el agua refrescan visualmente. De ahí rellenan el día con casi hora para asomarte a una barandilla y ver el lago Narlïgol en un cráter. De ahí media hora más de bus a la última chorravisita del día a una tienda de frutos secos y dulces. No sucumbimos, primero por los precios, pero sobre todo por principios, hay miles de tiendas locales que no tienen los clientes por castigo.
De regreso descansamos un poco y nos despedimos de Marta cenando con ella cerca de casa un bocadillo de Köfte, unas albóndigas especiadas típicas en Turquía. El último día lo aprovechamos en el hotel para escribir el artículo del periódico que publicarán este fin de semana en Diario de Noticias. Hacemos tiempo hasta las 19:00 de la tarde que vendrá el autobús para rescatarnos de ese circo turístico que nos ha sacado de la hermosa y hospitalaria Turquía. Seis horas de regreso hasta Çorum donde nos espera Müsait a la 1:00 de la mañana y nos deja de nuevo en el hotel. Ocurre de nuevo esa especie de acordeón temporal donde parece que hace unos minutos salíamos del hotel para ir a la estación y todo lo vivido en Göreme ha parecido un cuentos de hadas.
