87KM 20+
Dormir en las aulas es un privilegio, estás a resguardo de la humedad, de los animales, tienes un sitio donde estás seguro, pero el calor del día se acumula y generalmente hace mucho calor dentro. Y eso que estamos en invierno, en otros proyectos hemos llegado a dormir a 35º y sin aire acondicionado, sudando como pollos sobre la colchoneta. La noche anterior, al ver dos camas cometemos el error de no montar la tienda de campaña. La idea es usar su mosquitera, ya que aunque tenga ventanas, no son herméticas y no hay mosquiteras, con lo que a la noche nos acribillan y no paramos de despertarnos dando palmas al vacío con el deseo de pillarlos en una de esas.
En todos los colegios que hemos dormido, muchas de las aulas se quedan con la luz encendida de noche. Hemos ido a donde el vigilante para apagarlas, pero no tiene llaves, con lo que suponemos que pagarán muy poco de luz. El aula de enfrente tiene todos los fluorescentes encendidos y la de atrás también, nuestro cuarto está super iluminado y sacamos mantas y lonas para tapar ventanas que nos salvan la noche en ese aspecto, además el amanecer temprano no nos afecta y dormimos algo más. A las 6:15 suena el despertador, la directora nos avisó el día anterior que para las 6:40 estarán los chavales danzando y mejor que estemos listos para que no curioseen por las ventanas. Efectivamente a partir de las 6:30 comienzan a llegar alumnos, no sé que hacen cada día que las clases se quedan super desordenadas y cada mañana son ellos los que colocan de nuevo las mesas y escuchamos ruido de los muebles siendo arrastrado en varias de las aulas. Los niños gritan y cuando son conscientes de que dos blancos están un uno de los cuartos, merodean y asoman las cabezas para ver que hacemos. Salen corriendo cuando les miramos.
El colegio tiene más alumnos que clases, debajo de los árboles se montan grupos con sillas y mesas porque no caben en las aulas. La directora nos cuenta que necesitan más edificios. No entendemos como en la ciudad de las minas con los diamantes más grandes del mundo las escuelas pueden ser tan precarias. “Estamos sentados sobre diamantes y mis alumnos estudian bajo los árboles, no es justo”. Con esa afirmación rotunda denuncia la realidad de África, un continente inmensamente rico que ve como sus recursos se esfuman en gobiernos corruptos y alimañas occidentales.
Salimos de Jwaneng, la gente que camina por las calles nos saluda con alegría y nos vendrá bien. Por delante 85km sin abastecimiento, ni un pueblo, ni una fuente. Salimos con diez litros de agua que esperamos que sean suficientes. Son casi las 8:00 y la idea es llegar a Sekoma. Nos enfrentamos a la etapa más llana de todo el viaje, hoy el viento no sopla en contra y el asfalto es una alfombra de brea que nos permite volar. A ambos lados la sabana pura y dura, una llanura que muere en el cielo. Como casi no hay árboles, son todo arbustos sobre un terreno de hierba seca. Hay cabras y vacas pastando y nos alegra verlas. Ese paisaje nos recuerda a los documentales de la dos donde un león aparece tras una gacela. Pero si las vacas pastan plácidas y sobre todo, si sus dueños las dejan pastar plácidas es que estamos a salvo, de momento. Mucha gente con la que hablamos nos pregunta si no va ningún coche de apoyo con nosotros, cuando les decimos que no se echan las manos a la cabeza. “¿No tenéis miedo?”, “¿por?”, “por los leones”. Lo sueltan tan tranquilos, pero creemos que en esta zona no hay y confiamos en lo que nos han dicho otras personas.
Vamos a muy buen ritmo, el hecho de que no haya ni un sitio donde parar, sólo una recta interminable que nos avoca a seguir pedaleando sin pausa. Como la etapa es larga nos marcamos parar más allá de la mitad para sentir que nos queda poco después de comer algo. De vez en cuando hay mesas bajo un árbol, pero esta vez no aparece ninguna. También teníamos marcada una granja hacia los 48km, pero no aparece. Más vale que no hemos bebido mucho y no hace calor, porque contábamos con esa granja en caso de necesitarla. Al final nos refugiamos a los 51km a la sombra de una acacia y nos sentamos en nuestras esterillas a tomar un café, comer fruta y unas tostadas de crema de cacahuete. De repente una moto de Trail con sus cajones pasa fugaz y se nota que al vernos reduce velocidad, lo hace en unos doscientos metros y da la vuelta. Nos levantamos para ver si necesita algo, simplemente viene a saludarnos. En nuestro prejuicio occidental, bajo el casco esperamos un blanco, pero es un chico de Uganda, otra lección aprendida, aunque admito que creo que es el primer negro que veo sobre una moto de esas características.
Nos cuenta que viene desde Uganda a una conferencia en Windhoek, Namibia, sobre la libertad sin censura del uso de internet en África. Al igual que muchos países con gobiernos autoritarios tienen muchas restricciones en libertades. Ha pasado por Daar el Salam, Nairobi, Lilongüe, Harare, Lusaka, Gaborone, todas la capitales en el camino dando charlas y ahora va al encuentro oficial. Todo en dos semanas. Hoy lleva muchos kilómetros y tantas horas en carreteras rectas en buen estado le estaban adormeciendo, así que le venimos de perlas. Le ofrecemos fruta y café, nos coge la manzana y charlamos un rato, nos regala dos camisetas sobre el tema y nos cambiamos los contactos. Es un encuentro que nos llena de energía y en el que él se alegra de conocer nuestro proyecto. Una pena no poder coincidir más rato con él porque seguro que nos da una perspectiva más real de muchas dificultades que están pasando los países africanos. Un continente lleno de recursos, con el país más rico del mundo y que se ahoga sin infraestructuras, sin agua, sin salud, sin educación…
Se marcha brazo en alto y desaparece como ha llegado, se hace el silencio, no se oyen ni las cigarras, que toda la mañana han ocupado el aire con su pitido constante. Subimos a la carretera y revisamos las ruedas, las flores que caen son pinchudas y se clavan en los neumáticos, una de ellas puede pinchar la rueda tranquilamente. Quitamos un par que besan el caucho y seguimos camino. 35km para acabar etapa que los hacemos fácil. El perfil es favorable y con la tripa y la batería emocional llenas pedaleamos con ganas.
Muchas de las etapas que nos quedan son así, sin poblaciones, con una sabana inmensa a los dos lados, sin contacto humano. En comparación con todo lo vivido en Asía donde hay pueblo tras pueblo, gente en la carretera que te saluda, hace que sean días anodinos donde motivarte a disfrutar es difícil. Botswana tiene 2,3 millones de habitantes con una de las densidades de población más bajas del mundo, 4 habitantes por km², es normal que en algunos casos no haya pueblos en más de 100km. Llegarán lugares más densos. Y en un futuro mucho más, las estimaciones son que en unas décadas las ciudades más pobladas del mundo serán africanas. El crecimiento poblacional es exponencial.
Pronto vemos el cartel de Sekoma, es un pueblo de calles de arena y casas diseminadas. Algunas de ellas de adobe, otras de piedra, sencillas. Buscamos una escuela de primaria que hemos visto en el mapa y entramos en ella. Todo el lugar es de arena y tenemos que empujar la bici con dificultad hasta el despacho del headmaster. Tiene una reunión y nos pide que le esperemos a la entrada del patio. Ahí hay un árbol tumbado donde juegan varios niños, descalzos, con la ropa rota y a la espera de que el mulungu (blanco) les diga hola. “hello” y se desata una ola de sonrisas en las caras. Charlamos con la profesora de preescolar y cuando nos llaman desde el despacho nos acompaña y media para que nos dejen dormir en una de las aulas. El recinto está impecable, varios edificios que hacen un cuadrado y nos dejan en la de los más pequeños, es la más grande y la más limpia, ya que juegan en el suelo. Cuando llegamos varios niños recogen las sillas y ordenan la clase, nos dan las llaves y se marchan. Afuera en una cancha de fútbol de tierra juegan varios niños con un ojo puesto en el balón y otro en nosotros.
Antes de instalarnos nos vamos a la gasolinera donde dan comida. Compramos un arroz con carne, que para ser Botswana es caro, 4€ cada uno es excesivo, pero está bueno. Aporvechamos y por fin ponemos datos en el móvil. Es uno de los países mas complicados en los que hemos usado internet. Comprar la sim, comprar tiempo, intercambiarlo por datos y meter códigos para que te lo suban. Ya estamos conectados y nos vamos al colegio montar campamento. Lo primero la ducha, hay unos baños con una ducha, algo sucia, pero que tiene agua y nos vale, luego estiramos y el resto de la tarde es para escribir la etapa, preparar la cena, editar y a dormir que de nuevo toca madrugar que para las 6:30 habrá niños danzando.
