73KM 1435+
Por a o por b no descansamos bien, ya sea mis dos veces al baño, la luz de unos leds que no terminan de apagarse, la regla que le viene de golpe a Shei o lo que sea. Sueño intermitente hasta que suena el despertador a las 6:00. Hemos quedado con Bibi que desayunaremos a las 6:30, queremos salir lo más pronto posible para evitar calores en la subida. Huevos fritos con patatas y una especie de rosquillas glaseadas. Nos hemos acostumbrado a no comer a las mañanas y menos a esas horas, que el estómago está cerrado y cuesta comer, pero la etapa es dura y nos forzamos. Pagamos a Bibi, que en principio se podía con tarjeta, pero resulta que no y nos quedamos con la banca temblando. 100€ dos noches a pensión completa.
A las 7:00 nos despedimos de Bibi y salimos a las calles de Ayni. Tenemos 5km de calentamiento para afrontar las subida desde Kushikat. Hace muy buena temperatura y como desandamos lo del día anterior, se hace raro que nos de el sol de culo, primera vez en cuatro meses. Una bajada fuerte hasta el Zeravshan al que dejamos ya en las primeras rampas y deslumbrados por los reflejos del sol matinal.
Nos esperan 23km de puerto con 1.400+ y Shei con el cuerpo regulinchi. Lo bueno es que mantiene el desnivel constante y no hace grandes cambios de llanos a rampones. Quizá sea de las subidas más impactantes que hemos subido por todo lo que implica, el último escollo antes del proyecto, el paisaje desértico que le da épica, las vistas, ya que prácticamente ves toda la subida en todo momento, el país tan lejano a nuestra casa, son muchas cosas que harán que esta subida se quede en el recuerdo.
Comenzamos con la parte baja del puerto que está encajada entre las dos paredes, en sombra y con un regacho que nos acompaña por la izquierda y donde las vacas bajan como cabras a beber agua. Dos paredes de tierra rojiza verticales que te hacen sentir pequeño. Conforme subimos vemos alguna de las zetas y los camiones pasando por ellas, están mucho más altas y las vemos cerca, no sabemos como llegaremos a ellas. El asfalto es bueno, pero hay poco arcén y el tráfico es constante y con mucho camión. Subidas de más de tres horas tienen mucho componente de cabeza, aunque la de hoy es muy llevadera, no tiene rampas duras y la sombra y sobre todo el lugar ayudan a que los kilómetros pasen más rápido. Tampoco mucho que subimos a 6km/h. En algunos sitios hay puestos de fruta y en la mayoría niños vendiendo que nos piden parar en ellos. Hoy no es el día, queremos hacer la subida lo más rápido posible para huir del calor que llegará en cuanto el sol suba.
Por fin llegamos a la primera curva de 180º y dejamos el regacho, subimos con el paisaje de frente, de donde venimos y abajo se ve Kushikat, un borrón verde que da color a una mancha marrón enorme. La segunda diagonal es sinuosa y en cada curva ves la siguiente y no sabes en cual de ellas tocará afrontar la última diagonal hasta el túnel donde acaba el puerto. Lo único que nos separa del abismo son unos pretiles de hormigón que poco harán en caso de que nos caigamos. El sol nos da en alguna de las curvas e incluso se agradece. En el giro de 180º hay una explanada donde venden verdura y hay varios puestos de comida. La realidad es que muchos de los camiones suben muy lentos por la pesada carga y también bajan despacio para no sobrecalentar los frenos, con lo que esas paradas tienen más clientes de lo que parece.
La última diagonal tiene más de 13km y vemos una línea que entra y sale por la mitad de la montaña hasta que se pierde en el horizonte. El sol cada vez está más alto y la sombra se hace más esbelta, pero no hace mucho calor. En puertos tan largos y con tanto tráfico genera situaciones peligrosas por la impaciencia y sufrimos varios adelantamientos que nos pasan rozando. A falta de 11km Sheila tiene que parar, algo de lo que comimos el día anterior le ha sentado mal y tiene las tripas sueltas. Con lo que el resto de la subida se hace algo largo y toca animar y motivar. En un momento dado hay un pequeño balcón desde el que se ve toda la subida, incluso la parte de abajo donde hemos comenzado. Como todo en la vida, no seremos conscientes de la grandiosidad de lo que hemos hecho hasta que no lo recordemos con las imágenes. Cuando uno está en el lugar lo obvia y si encima quiere llegar arriba, aún más. Nueve, ocho, siete… van pasando poco a poco y a falta de cuatro Shei está al límite. Un abrazo y ver el final tan cerca suponen ese extra que necesita. Antes del túnel de Shacrishtan hay uno de cien metros que al salir vemos la última zeta y varios puestos en el borde de la carretera que se aprovechan de los acuíferos para refrescar botellas de refrescos que tienen en baldes. Y por fin el túnel, a 2.730msnm, la mayor altitud del viaje y que no superaremos hasta Sudamérica meses más tarde. Las piernas de Shei tiemblan, pero sabedora de que todo ha terminado es un plus de energía.
Antes de entrar en el túnel, foto y vídeo de rigor y un militar viene y nos pide que le enseñemos que clase de luces y reflectantes tenemos. Dentro no hay casi luz y son 6km. Le mostramos todo y se queda contento. Nos ponemos las luces de navidad encima y a por un túnel poco ventilado del que sale humo por la boca. El perfil es de descenso y nos permite ir algo rápido. No se ve casi nada y los coches pasan cerca, algunos demasiado. El asfalto brilla y da sensación de que nos resbalaremos en cualquier momento. Son quince minutos eternos, pero la luz al final del túnel llega y el sol y el calor son bienvenidos más que nunca.
Al salir tenemos viento norte que sube del valle, a dos kilómetros hay un restaurante donde paramos para quitarnos la ropa, comer algo de fruta y ver donde queremos parar. Es otro lugar de esos donde para mucha gente, casetas pequeñas preparadas para que la gente coma en su viaje. Muchos clientes que piden platos de carne, debe ser famoso. Un Tayiko que vive en Philadelphia nos invita a comer, pero nos queda etapa y aún no tenemos hambre, una pena porque tiene una pinta increíble. Los camareros, unos seis, esperan con las bandejas sentados afuera a que lleguen clientes, ninguno pasa de los 16 años. Tratan de comunicarse con nosotros pero nadie habla inglés y no hay cobertura para traducir. Es un rato cómico donde los adolescentes marcan terreno a ver quien vacila más a los turistas.
Decidimos avanzar todo lo que la bajada nos permita. De este lado es algo más fértil y en las faldas de las montañas hay espacio para campos de cereal y más árboles. Los primeros 20km el paisaje es más agradable, a partir de ahí vuelve la aridez. El viento en contra nos impide volar, pero son 36km de bajada en los que descendemos 1.200m. Más abajo las montañas se alejan y llegamos a una especie de llanura llena de campos cosechados. En un momento dado vemos un camino que lleva hacia unos árboles y parece buen sitio. Ahí hay un coche y dos contenedores. Un hombre de unos sesenta, Abdunabin, reza cuando llegamos. Es un pequeño huerto donde mana agua y está regando los campos y sembrando. Le preguntamos si es posible acampar y no duda en decirnos que sí. Al principio sacamos las sillas para descansar un poco y le ofrecemos café con galletas, él trae sandía y conseguimos entendernos con su internet. Es un buen hombre y se le ve la mirada super honesta. El sigue en el campo mientras nosotros ponemos el campamento entre los dos contenedores. Se acerca a verlo y se sorprende de lo que llevamos. Pasamos la tarde sentados, escribiendo y Shei yendo más veces a la letrina de adobe de las que le gustaría. De hecho ella no cena más que manzanas por si va a peor.
Después de la cena a la tienda que además la noche es fresca.
