90KM 245+
El descanso ha sido bueno hasta que el ventilador ha decidido hacer ruido en uno de los giros, con lo que cada diez segundos algo roza. Terminamos acostumbrándonos al sonido, pero a sudar y empapar la cama no. A las 6:00 suena el despertador, por delante una etapa de 78km hasta Yombi. Recogemos todo y aprovechamos la mesa para desayunar el aguacate que queda. Nuestra nocilla está a punto de acabarse y me acerco a un ultramarinos cercano de todos los que hay en la calle que tiene un bote de chocolate, de paso compro unas galletas Gullón que veo en una de las estanterías. Esa marca en concreto la tienen casi todas las tiendas. Un paquete por un euro. Es curioso ver lo que te alegra ver un producto de la tierra y que encima no es mucho más caro que lo que hay local. Estas pequeñas tiendecitas tienen casi todas lo mismo, latas de sardinas, alubias, atún, tomate, aceite, jabones, galletas… Por suerte te encuentras con ellas en casi todos los pueblos, pero llega a un momento que te aburres de comer siempre lo mismo.
Cuando vuelvo a casa, decidimos comer el chocolate que he comprado y lo cierto es que tiene una textura y sabor poco aceptables, pero la caducidad sigue vigente y me arriesgo a ponerlo en el pan. Tengo que meterlo en el agua hirviendo a ver si se ablanda, pero no por esas. A ver si en Lambarene encontramos algo más aceptable. Curioso ver como en Namibia había supermercados donde comprar de todo y aquí por las justas encuentras un bote de chocolate.
Tras el desayuno nos lanzamos a la carretera, el cielo está cubierto de nubes y no tenemos claro si acabaremos la etapa secos. Al poco de salir un chico con una bici de carretera se pone al lado nuestra, se llama Jules y es ciclista. Conversamos, nos hacemos foto y nos grabamos vídeo.Se da la vuelta porque se ha acercado hasta nosotros sólo para saludarnos. El paisaje es frondoso, verde, llano y parece que rodamos por el norte de España. De vez en cuando hay pequeños pueblos apostados hacia la carretera de casas de madera con gente sentada en las sillas del porche de su casa. Es fin de semana y se ve poca gente por la carretera. En uno de los pueblos parece que hay funeral, pero debe de ser una persona importante porque vemos en varias de las casas toldos con muchas sillas y gente sentada llorando a lo largo de todo el pueblo. Levantamos la mano para saludar respetuosamente, pero esta vez no hay la misma respuesta por la eventualidad.
La etapa casi no tiene tráfico, casi no tiene gente, ni desniveles, con lo que es rápida y algo monótona. A los 40km paramos para comer algo en el arcén y seguimos camino. Como sigamos así en dos horas más acabamos la etapa. Algo que nos sorprende es que vemos cada diez kilómetros señal de cruce de elefantes. No da la sensación de que haya, pero por algo estarán. En este país se ve poca vaca, poca cabra, poca gente trabajando en el campo en comparación con los países que hemos pasado.
Nuestro final de etapa está cerca y de repente un coche se para al lado nuestra y es un francés que vive en Gabón. Nos cuenta que el ciclista que hemos visto le ha escrito y mandado una foto de nosotros. Nos pregunta a dónde vamos y al decirle Yombi, nos ofrece dormir en una habitación vacía que hay en su casa 10km más allá. Ofertas como estas no hay que desaprovechar y le decimos que sí. Nos quedan casi dos horas a su casa, nos cambiamos contacto y nos envía la ubicación.
Llegamos a Yombi que es un cruce de caminos donde hay tiendas. Generalmente estos lugares son ruidosos, más sucios y menos seguros, así que felices de que Josh se haya cruzado en nuestro camino. Compramos algo de agua y pan y le decimos a Josh que estamos a diez kilómetros. Hay puesto de policía al salir, pero desde la frontera no nos han parado en ninguno y nos saludan con alegría. Mejor, porque a veces suelen ser muy lentos. Es curioso que es una etapa con buena temperatura, sencilla, con un paisaje verde precioso y sin embargo echamos de menos ese jaleo de los arcenes, un paisaje más africano que nos sitúe donde estamos.
Donde está puesta la ubicación se ven unas casas como una urbanización al otro lado de un muro, no hay acceso y seguimos hasta que vemos a Josh esperando frente a una puerta con un escudo. Es un cuartel militar. Nos dan paso y le seguimos hasta la urbanización. Por el camino varios soldados cortan la hierba con machete, decenas de lagartos salen corriendo. Nos miran extrañados, Josh se encuentra con uno de los jefes y al escuchar de dónde venimos, se echan las manos a la cabeza. Hay uno con una bicicleta y el resto de soldados se ríen de él, “animante, vete con ellos a Camerún”.
Llegamos a un adosado donde Josh lleva dos años, le queda uno, es el segundo del cuartel y ayudante del coronel. Tiene un periodo de tres años destinado ahí para formar y ayudar al superior. Luego irá a otro lugar. El es de Carcasón donde están su mujer y su hijo. Charlamos un poco de todo, comemos, nos duchamos, hacemos tareas y a la noche Josh nos lleva a Fougamou, una ciudad a 10km donde nos invita a cenar. Esperamos llegar pronto a casa para poder descansar.