Saltar al contenido

ETAPA 112 SUBIDA A LEBA

  • por

43KM 1025+

Ya ha pasado una semana desde que llegamos a Lubango, la semana tiene un nombre: pozo de agua, pero queda tiempo para el ocio. El primer día nos sitúan el lugar y me hago una composición del lugar para saber que quiero grabar. El segundo ya es fin de semana y aprovechamos para conocer los hitos que rodean Lubango, una ciudad con una población de 800.000 habitantes que alcanza los tres millones con la periferia y que desde el alto del Cristo rey no alcanzas a ver su final. Lubango está a 1.800msnm. Desde que hemos llegado ha llovido todos los días, sin horario, para evitar que organices una lavadora y para que lleves siempre el chubasquero encima. Estamos en alto y cuando llueve la temperatura baja, si te mojas, pasas frío. El segundo día visitamos Tundavala, una grieta en la montaña que se abre a un paisaje más de mil metros más bajo. En el parking, mujeres y niños de la tribu local, cantan a los turistas que llegan para ver si consiguen algo de dinero, niños sin escolarizar como reclamo que perderán su oportunidad por una idea equivocada de sus padres. Ese mismo día nos alejan 40km de Lubango, hasta el mirador de Leba, otra grieta, desde donde se ve una carretera que serpentea por la pared hasta la llanura, es demasiado espectacular, una epifanía de lo que haremos días más tarde. Miro a Sheila y ella sabe que quiero, subir ese puerto y conquistarlo. Es sábado y no somos conscientes de que llegaremos a hacerlo y en compañía. Cuando regresamos a la ciudad y entra la cobertura, tenemos un mensaje de dos franceses que conocimos hace una semana en la frontera, el domingo llegan a Lubango y preguntan por un sitio para dormir en el momento que le decimos al conductor si se animaría a alojar a ciclistas extranjeros en su casa, a su “sí” le sucede un “hay dos franceses que llegan mañana” y los destinos de los tres cambian, Marcos aloja a dos extranjeros por primera vez en su vida con cuatro hijos y una mujer “acostumbrada” a estas sorpresas de su marido que acepta con resignación. Desde entonces hemos compartido varias experiencias juntos, comidas, cenas, la inauguración del pozo, la visita a lugares emblemáticos de la ciudad como el Cristo rey y esta etapa improvisada. Los franceses retrasan su salida y Marcos se viene arriba para subir este puerto de 22km.

La mañana de esta etapa, hemos quedado a las 8:00 de la mañana en casa para que nos recojan, ninguna de las mañanas Marcos ha llegado pronto, pero mantenemos la esperanza ya que el miedo a la subida puede ser un estímulo suficiente. Pero no por esas, a las 8:00 Alice me envía un mensaje, “Marcos se sienta a desayunar ahora, tardaremos una hora en ir a buscaros”. África no decepciona en sus malas costumbres y hacemos tiempo leyendo. A las 9:00 aparece con la pick up de su mujer y tres bicis amarradas atrás, subimos las nuestras y antes de enfilar la carretera echamos aceite y gasoil al todoterreno. Ahora sí, 35km hasta la cima del puerto, ahí hay una especie de peaje donde un señor pone un pivote en el suelo para impedirte pasar y te cobra 0,2€ en monedas para que puedas pasar. Muchas niñas y niños aprovechan la parada de los coches para acercarse a la ventanilla y ofrecerte frutas, huevos, carbón o lo que sea. Nosotros vamos a aparcar el todoterreno ahí y nos rodean antes de que salgamos del coche. Con paciencia vamos diciendo que no mientras bajamos las bicis. Cuando asumen que no vamos a comprar nada se convierten en espectadores del montaje de las ruedas y los preparativos.

Llevamos una semana de lluvias y por el tipo de orografía no puedes confiar en el cielo despejado. De momento hace bueno y descendemos felices. La primera parte es un zigzag donde se ve la grite de Leba que mira a un paisaje donde se ve todo. Mil metros más abajo una llanura con rectas, hasta allí una carretera que recorre el borde de la montaña en eses. A ratos hay agujeros en el asfalto y hay que andar con ojo, no es muy empinado con lo que no cogemos grandes velocidades. Son tantos kilómetros bajando que se hacen hasta largos, disfrutamos de las vistas, de paredes verticales de colores amarillos, negros y marrones, los bosques que van desapareciendo por los carboneros que cortan, pero no plantan. A lo largo de la subida nos encontramos a niños vendiendo fruta y carbón y a nuestro paso extienden la mano pidiendo dinero.

La temperatura sube conforme bajamos y a los 40 minutos paramos nuestras bicis cuando el perfil ya no es tan claro de bajada. Han sido 22km y aunque sigue descendiendo, necesitamos muchos kilómetros para conseguir bajar metros. Poco antes de Praça, un mercado en la nada, nos ponemos crema y giramos las bicis para volver. El calor es intenso y de momento el sol pega fuerte. Comenzamos con 5km de aproximación hasta la subida más clara, unas rectas que nos muestran toda la subida que nos queda. Sin casi dar pedales, Marcos ya da muestras de que se le va a hacer duro. François¡, Shei y yo conversamos tranquilamente y desde lejos Marcos nos grita, pensamos que pide que bajemos el ritmo o que ha ocurrido algo, pero señala el cielo. Un halo gigante con un arcoíris cerrando rodea el sol. Jamás habíamos visto nada igual, debe de ser un halo solar y la congelación de las partículas de agua provoca ese efecto, debe de ser raro de ver y somos afortunados. Parece que el apocalipsis ha llegado y estamos en nuestro último día en la tierra. Estoy seguro que hace miles de años o en civilizaciones que le dan tanta importancia a los sucesos naturales, enfocarían lo ocurrido en el cielo como señal de algo. Nosotros lo observamos, lo fotografiamos, pero tenemos que seguir. Con lo que volvemos a los pedales con un círculo oscuro rodeando el sol sobre nuestras cabezas.

Marcos cede con las primeras rampas, vamos suave, hablando, pero cada vez está más lejos. Pasamos Mangueiras un pueblo donde hay personas y la gente nos saluda. Vamos un árbol que da sombra y paramos para esperar a Marcos. Quedan 15km de subida y puede sufrir mucho, le vamos a proponer que suba la bici a una furgoneta y nos espere arriba. A los quince minutos aparece al fondo, empujando la bici en una zona fácil, está fundido, antes de llegar a nosotros le pasa una camioneta y les pide parar, no le hacen caso. Salgo a la carretera y les pido parar y esta vez si paran. Luego me explica Marcos que suele haber bandidos que piden parar pidiendo ayuda y luego asaltan, pero que al vernos a nosotros, blancos y las bicis han visto que era verdad. Marcos no lo duda, sube la bici atrás y el con ella, le ayudo a subir, tiene la espalda calada. Ha sudado mucho, pero en en Mangueiras se ha metido en el río para refrescarse, a los 4km de subida, el pobre no se imaginaba que andar en bici es tan duro. Nos confiesa que los niños al verle mojarse le gritaban riéndose: “quién te manda irte a andar en bici con unos blancos”. La camioneta se marcha con él en la parte de atrás, nosotros más tranquilos porque sabíamos que iba a sufrir y él seguro que feliz de estar por encima de su orgullo y no dudar en reconocer su error.

A partir de aquí tenemos hora y media de subida donde el recorrido se va insinuando poco a poco, una carretera que serpentea por la pared y que a lo lejos 900 metros más arriba se ven las últimas curvas. De primeras se antoja duro. El calor sigue fuerte pero conforme subimos la sierra de Leba se va llenando de nubes negras. Deseamos que descargue antes de llegar a nosotros pero vamos en paralelos, cuanto más subimos, más cerca están. Se convierte en una contrarreloj contra el tiempo, nunca mejor dicho. Vamos conquistando todas las curvas que hemos bajado hace una hora, volviendo a ver a todos esos niños que venden en la carretera, pero esta vez pasamos mucho más lentos y les da tiempo a pedirnos con más calma. A mitad de puerto comemos algo de fruta y tomamos aire. Hace un calor que habíamos olvidado en las lluvias que ha hecho toda la semana.

Quedan seis kilómetros y vemos un relámpago y un segundo más tarde el trueno, tenemos la tormenta encima. El cielo tiene un color impresionista con la pared de rocas con miles de matices. No veremos ese paisaje nunca más, pero las gotas de lluvia nos impulsan a seguir sin pausas y afrontamos el zigzag que anuncia el final con buen ritmo. La subida ha sido menos dura de lo que pensábamos, probablemente una de las más bonitas que hemos hecho en el viaje y de las que recordaremos. Nos quedan 500 metros y Alice pincha la rueda, el mejor momento, las nubes comienzan a descargar la lluvia y Marcos aparece sonriente y sorprendido de que hayamos subido tan rápido. De nuevo nos rodean los chiquillos con los baldes de fruta sobre sus cabezas. Desmontamos las bicis, bebemos agua para reponer y bajamos el color rojo de la cara producido por el calor. En cuestión de minutos pasamos del calor al frío de la lluvia.

Regresamos hacia la casa de Marcos. Hoy de premio comeremos el cabrito que el jefe de la tribu nos regalo por construirles un pozo. Paramos en el mercado de Humpata a comprar unas patatas y limones. Luego vamos a casa de la suegra de Marcos que nos ha cocinado un poco el cabrito y nos ha hecho un arroz y vamos a la casa de Marcos, justo en el momento que la lluvia hace acto de presencia. Desde el interior se ve mejor. Preparamos las patatas, rematamos el cabrito y disfrutamos del premio merecido como comida de despedida, el mejor remate a una semana muy especial, donde la bici ha unido a personas que de otra manera no se hubieran conocido. 

Wordpress Social Share Plugin powered by Ultimatelysocial