70KM 295+
De nuevo se nos hace tarde editando el vídeo, filtrando, recogiendo todo y nos vamos a dormir sin poder sacar un rato de leer. El aula está más fresca y descansamos mejor. Es curioso cuando naturalizas dormir en un aula de un colegio de África y descansas como si estuvieras en casa. El sol lo tenemos ya desde las 5:00, pero aguantamos un buen rato más, los alumnos no llegarán hasta las 7:00. Vamos recogiendo todo poco a poco y en el patio se van sentando alumnos con batas blancas en los bancos metálicos que hay repartidos. Eso bancos al medio día no tienen culo que se siente sobre ellos seguro. La mujer de la limpieza barre el patio de arena, y es cierto que queda más aparente. El guardia de seguridad viene a despedirnos y a pedirnos algo. Desde que hemos entrado en Angola, es el país con diferencia donde más piden, por la carretera los niños piden comida, dinero, los adultos también. El día anterior nos dejó pasar sin dudarlo, nos dio agua y ha vigilado a la noche. Le damos 1.000 kwanzas (1€ al cambio) y se le ilumina la cara. La realidad es que no hay que ir dando dinero ni comida a la gente, pero este caso lo merecía.
Antes de las 7:00 estamos en la carretera. El liceo está en frente del hospital y ya hay mucha gente caminando por los arcenes. Cientos de alumnos con sus batas blancas se dirigen al colegio, en grupos, solos caminan desde no se sabe dónde. En la recta que sale a la principal hay otros tres colegios más. En el que dormimos tiene murete perimetral y tiene otra presencia. Aunque los depósitos de agua están vacíos, no hay grifos, la cocina son unas chapas de metal y hay basura por toda la parte trasera. Vamos saludando a todos lo niños y nos preguntamos como demonios mantienen esas batas tan blancas con la de tierra y polvo que hay por todo.
Hoy el objetivo es llegar a Cahama para descansar un día y mandar el artículo. Nos imaginábamos una carretera con mucho más tráfico, peor estado y sin arcenes. Ha sido lo contrario, casi no hay coches ni camiones, motos y motocarros, buen estado del asfalto y arcén cómodo para ir en pareja. Sin grandes desniveles pero hay ligeros toboganes que no sacan de esa rutina plana que traemos desde Johanesburgo, se agradece darle calentones a las piernas. Pensábamos que al salir del camino dejaríamos atrás los baobabs, pero sigue habiendo por todo y no nos cansamos de verlos. La sensación es de pedalear por un paisaje ancestral, si le sumas que las casas son de madera y paja, es como si el tiempo se hubiera congelado mil años. Estos pueblos no cuentan con abastecimiento de agua, se empiezan a ver personas con garrafas caminando por los arcenes. También los sacos de carbón tan característicos para cocinar, en muchos de los casos son niños los que los llevan en las cabezas.
Según google maps a los 17km hay un pueblo donde poder comprar algo para desayunar, pero ahí hay cuatro casas abandonadas y otras de chapa. Más vale que no necesitábamos nada o llegábamos con mucha hambre. Como es pronto y vamos frescos nos ponemos la mitad de la etapa para comer algo. Hace buena temperatura, el paisaje es más atractivo que lo vivido anteriormente y te sientes con energía para pedalear. Nos sentimos más motivados con las nuevas vistas. A los 36km paramos a la sombra de un árbol y nos sentamos sobre nuestras esterillas a tomar café con pan nocilla. Hay veces que de repente eres más consciente de que estás en África pedaleando, que estás tomando un café frío muy lejos de casa y te da hasta vértigo. Disfrutamos de ese rato y cada moto que pasa nos saluda con alegría.
A nuestro paso los niños salen corriendo al arcén, muchos para saludar, pero otros tantos para pedir dinero o comida. El nivel de pobreza es evidente, la ropa está agujereada y sucia y no creo que tengan mucha más. La estadística dice que el 25% no están escolarizados. Los colegios son muy precarios, no dan cabida a todos los niños, no cuentan con agua y los muebles están rotos, las paredes sucias y las puertas rotas. Entramos en Tchikusse en una escuelita que se ve desde la carretera, escuchamos al profesor poner orden y paramos para ver si podemos grabar unas imágenes. Me atiende Nando, un profesor super amable y me dice que tenemos que pedir permiso a la directora. El edificio se cae a pedazos, muchos alumnos están jugando porque justo es el descanso. Otros escuchan la clase con pupitres debajo del árbol. Nando le cuenta a la directora que quiero mostrar la realidad educativa y le parece bien. Los niños miran entre el asombro y la tristeza. Las aulas vacías con muebles desvencijados hablan por si solas. Pienso que diría un niño de Pamplona si tuviera que estudiar allí. Grabo y saco fotos y me despido de Nando, tomo su teléfono y deseo tener dinero algún día para darles agua, más aulas y dignificar su educación. Cuando nos vamos los niños rodean a Sheila, les hago vídeo y les jaleo, las caras tristes sacan sonrisas, gritos y los niños son más niños.
Salimos a la carretera y nos quedan 20km con las mayores rampas de la etapa. Yo aprieto y dejo a Shei a su ritmo, echaba de menos poner las piernas incandescentes y subir pulsaciones. No hace todavía mucho calor y se asume bien. Al fondo entre la masa forestal se ve un frente de fuego bastante grande, la columna está en el sitio con lo que no hace mucho viento, pero ha ido creciendo conforme sumamos kilómetros, está lejos de controlarse. Es muy buen hora y tenemos ganas de acabar para poder descansar, ducharnos y escribir el artículo. A falta de 3km Sheila pincha y bien, el aire sale en cuanto le pegas un par de bombazos, con lo que toca desmontar todo. Una chica se acerca a preguntar si necesitamos ayuda. Le damos las gracias, pero declinamos la ayuda y aprovecha para pedir dinero. Este goteo mendicante es el que nos ha llevado a construir un pozo más con nuestros ahorros al terminar el viaje. No daremos dinero a nadie, pero tendrá un destino mejor.
A las 12:30 llegamos a Cahama, sólo hay una pensión y por fuera no invita a querer entrar, pero no tenemos otra. Florencia una mujer mayor y muy amable nos ofrece una habitación por 6,5€. Desde fuera es un barracón de habitaciones con toda la pared desconchada. Una especie de red de pesca hace de mosquitera a una terracilla previa. La puerta de nuestro cuarto tiene el cerrojo roto y dentro las paredes azules están llenas de grietas y manchas. No hay luz, sólo cuatro horas a la tarde. La ducha no tiene agua, hay un cubo que nos llenarán más tarde. El baño está poco limpio y tiene arañas por todo, el techo de chapa se ve y las ramas del árbol que está encima rasgan el metal por el viento todo el rato y el sonido es constante. Tiene sábanas y toallas limpias con lo que nos conformamos. El internet no ha ido bien hasta ese momento cuando podemos mandar fotos y vídeos a Navarra Tv y de ahí nos vamos a comer al único sitio que hay. Una salchicha con un huevo y patatas. Algo caro, pero ya nos habían avisado. En una tiendecita que hay al lado compramos latas para los próximos días y una mujer vende algo de verdura que no está en muy buen estado, pero nos vale para hacer la ensalada.
Regresamos a casa, y después de una ducha con agua helada que nos despeja del todo, intentamos dormir una siesta que hace mucho tiempo que no echamos, pero llaman a la puerta, nos traen el agua y llenamos el cubo para el día siguiente. En ese momento llega la luz y aprovechamos a enchufar baterías, porque sólo estará cuatro horas. El día siguiente lo aprovechamos para mandar el artículo y descansar antes de las tres etapas que nos lleven al segundo proyecto de Rumbos: el pozo de Angola.