99KM 300+
Aunque el cuarto está muy bien, la separación con el de al lado es una pared de dm, las vecinas llegan tarde y son muy ruidosas, da igual que les digamos si pueden hacer menos ruido que necesitamos descansar, siguen hablando normal. Algo que no nos sorprende, pero que desgraciadamente ocurre, es que la gente acomodada, incluso en países donde sufren mucho con el agua, es que hacen un uso descontrolado de ella. Se ducharon la tarde anterior, a la noche antes de ir a la cama y al levantarse. Seis duchas para dos personas en doce horas y sin cerrar el grifo durante media hora. Dolor de conciencia de oírlas.
Nos levantamos a las 6:30, quizá deberíamos hacerlo antes, ya que la etapa es larga, pero estamos cansados. Desayunamos yogur con cereales y fruta y bajamos todo a la calle. De diez habitaciones nos ha tocado la única que tiene escaleras. Antes de bajar la bici, mi rueda delantera parece pinchada, no tenemos ganas de arreglarla en ese momento y la inflo a ver si pierde. Parece que funciona y montamos las bicis. Una de las clientes que nos vio el día anterior viene a despedirse, es una mujer bajita, de pelo rapado, con gafas y algo gruesa. Viste con uniforme de guarda de parques naturales. Lo cierto es que parece un dibujo animado. Nos bendice y desea lo mejor para el viaje y arrancamos etapa.
Dejamos los caminos de arena hasta la carretera. Decidimos cruzar Gobabis para evitar una circunvalación que es más larga. A esas horas casi no hay tráfico aunque ya hay muchas personas por la calle. La ciudad, no parece lo que venimos viendo en África, tiene una apariencia de Sudáfrica o Australia. En poco tiempo vemos cuatro iglesias, más que todas las que hemos visto en Botswana por donde hemos pasado.
Salimos de la ciudad con un pequeño repecho y nos quedan 55km hasta la siguiente ciudad. Hace buena temperatura y las piernas no van tan mal como esperábamos después de la paliza del día anterior. Hay algo más de tráfico que lo que venimos viendo, pero poco. Algo que nos está gustando mucho es que los camiones respetan mucho, se abren al otro carril para adelantar y si hay coches en contra se esperan. Después de lo vivido desde Turquía hasta Tayikistán esto es una gozada. En un momento dado vemos dos elefantes a lo lejos, pero son de plástico, por un lado emocionados, por otro preocupados de lo cerca que estaban de la carretera. El paisaje está muy seco, la maleza amarilla es alta y casi no hay árboles, es un paisaje de sabana típico.
Rodamos a buen ritmo y para las 10:30 hemos hecho 55km, entramos en el único pueblo que tendremos en la etapa, Witvlei. Pequeño, con algunos supermercados y una gasolinera donde paramos para desayunar algo. Compramos dos cafés y nos vamos a la sombra que hay. Antes de sentarnos ya vienen dos hombres a pedir. Están ebrios y les explicamos que nuestros esfuerzos van enfocados a construir pozos. Lo entienden y se marchan, pero van volviendo cíclicamente y todas las veces nos piden dinero para cigarros o alcohol, en una de esas ocasiones viene una señora con dos niñas y nos las deja en frente. No podemos arreglar el hambre en África y se lo explicamos, se marchan y se acaba nuestro “descanso”. En ese momento llega un chico en moto con varios bolsos en el asiento de atrás. No saluda y nos acercamos, es Facundo, un argentino que lleva viajando doce años en moto y muy interesante. Entre los ebrios locales y Facundo se nos van dos horas muy necesarias, ya que la etapa es larga. Nos marchamos, a las 12:30 con 45km por hacer.
En esa pausa prolongada las nubes han evolucionado hacia oscuro. El paisaje con esa luz tamizada por las nubes adquiere un color precioso. A los 10km nos adelanta facundo y nos hace el gesto de corazón con las manos. Ahí se va una historia interesante. El relieve es más ondulado y el tiempo amenaza tormenta, el viento comienza a soplar con fuerza y vemos dos tornados que conectan con el cielo. Pasan por una explanada de arena y se dibuja un tubo retorcido amarillo que parece que es un tobogán al espacio. Tenemos ganas de acabar y los kilómetros del día anterior pesan. Los últimos quince se hacen eternos y sobre todo porque vemos cortinas de agua por todo. El cielo se torna negro. Con pocas fuerzas por fin vemos el almacén que he visto en google maps que parece un buen lugar donde parar, ya que no hay nada en muchos kilómetros. Es un almacén agrícola donde venden al por mayor y que además tiene un supermercado. Les preguntamos si nos dejan dormir bajo un tejado metálico que hay y nos dicen que sí. Además hay baños y agua. En ese momento se pone a llover. Hemos llegado a tiempo.
Desplegamos las sillas y sacamos las sardinas y el pan de molde. La comida entra fácil, tenemos bastante hambre. La tarde la pasamos bajo el techo de metal viendo llover y con ráfagas de viento que nos traen polvo de vez en cuando. Cuando atardece se va el aire y la lluvia y vienen los mosquitos. Montamos la tienda, preparamos otros noodels al remojo y hacemos la tarea. Queremos descansar bien, que la tercera es la más dura de este pequeño reto rumbo a la capital de Namibia.
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Una publicación compartida de Y OS LO CUENTO/RUMBOS OLVIDADOS (@yoslocuento)
