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ETAPA 94 HUKUNTSI-ZUTSHWA

63KM 275+

Aunque lo hemos llevado mejor, los mosquitos nos han tenido partes de la noche despiertos. A las 6:00 suena el despertador y hoy no podemos relajarnos mucho, nos esperan 55km por camino y puede que muchos tramos tenga arena. Desayunamos cereales con yogur y como tenemos los platos recogidos mezclamos todo en la bolsa y lo dividimos, uno come en el bote del yogur y el otro en la bolsa de los cereales. Metemos algo de energía y salimos a montar la bici. Hoy llevamos mucha carga extra, se supone que tenemos muchos días sin abastecimiento y hay que planificar muchas comidas, latas de atún, de frutas, de carne, de verduras, arroz, noodles, pan… varios kilos que los notará la parrilla.

El vigilante de la parcela se acerca mientras montamos, quizá sea la primera persona que no habla inglés, probablemente sea sekgalagadi, el idioma de esta zona del Kalahari. Cuando ya tenemos todo montado, nos pide algo de comida, nos señala su estómago. Tenemos todo abajo y desmontar todo supondría un buen rato más para arrancar la etapa. Si nos hubiera dicho antes le habríamos dado una manzana y dos huevos, pero ya montados en la bici es mal momento. De todos modos te hace pensar, cuál es el motivo de que tenga hambre, si un salario muy precario o si se gasta todo en alcohol. En África hemos visto mucha gente muy ebria y ya nos ha pasado en muchos proyectos que las mujeres se quejan de que no llega nada de dinero a casa porque sus maridos se lo beben. Un ejemplo lo tuvimos cuando hicimos el Kilimanjaro, la propina que les dimos a los sherpas se fundió la misma tarde. Cuando estábamos paseando por Moshi nos encontramos con varios de ellos en un bar y nos confesaron que nos les quedaba nada, 30€ de propina que equivalía la mitad de un sueldo. Mientras los hijos y la mujer lo esperan como agua de mayo.

Algo que mide el estado de pobreza de la zona es que el día anterior fuimos al supermercado y en el puesto de comida hecha que había vendían pollo y pescado. Al preguntarle a la mujer si le gustaba el pescado, su respuesta fue “no lo sé, es muy caro y nunca lo he comido”. Es cierto que era algo caro, pero que una persona no haya probado ni la comida que vende por el precio pone en perspectiva el sueldo. Salimos del supermercado valorando la suerte que tenemos de poder plantearnos elegir entre pollo y pescado y no sufrir mucho al comprarlo.

Reflexiones a parte arrancamos la etapa por las calles de Hukuntsi, es miércoles y las calles están vacías, pocas personas a esas horas. De normal a estas horas ya está mucha gente en movimiento, pero pensamos que después del día de la independencia la mayoría está perjudicada en la cama. Tenemos diez kilómetros por carretera antes de que comience nuestra odisea por el desierto. A un kilómetro de entrar escucho un sonido en la bici que no me gusta, siento que es de la parrilla y mi intuición no falla, el tornillo se ha roto. Lo malo es que se ha seccionado y se ha quedado dentro. Imposible sacarlo y justo ahora entramos en camino con baches durante varios días. La suerte hace que el cuadro tenga dos agujeros y pueda solventar el problema relativamente fácil, la pega es que ahora la parrilla está más baja, la carga cambia, el cable del cambio se fuerza. Medida provisional hasta una tienda en Windhoek, Namibia en doce días.

Con la bici arreglada aparecen dos hombres mayores absolutamente borrachos. Los dos con gorros que parecen piratas, sucios, con ropa rota, uno con unas gafas rojas con sólo un cristal. Un taxista se para a saludar y en ese momento nos piden dinero, le decimos que no, que se lo va a beber y el taxista aplaude “Exacto” y se marcha con una carcajada.

Ahora sí, cartel de Zutshwa 56km marca el inicio de la parte dura de la etapa, con el imprevisto de la parrilla son las 8:40 y el sol ya calienta. El camino se deja ciclar, pero no es fácil, sólo hay un franja algo firme en toda la calzada, el resto es arena y la franja desaparece continuamente. Además el firme es abrupto y no deja pedalear a más de 10km/h. Avanzamos muy lentos y a las 10:00 de la mañana sólo llevamos 20km de etapa, va a ser un día muy largo.

Aprendemos a descifrar los trozos donde no se clave la bici, pero cada rato tenemos que bajar para empujarla. La frustración hace que la tensión surja y lo zanjamos con que es elección nuestra, que somos unos afortunados por poder estar ahí y que simplemente iremos más lentos y será más cansado. A partir de ahí felices con el camino. Con la información de los leones que nos dio Johan hace un par de días, inevitablemente tenemos un ojo, cuando la arena lo permite, puesto en la maleza. El paisaje es el típico de los documentales, hierba seca, arbustos y árboles hasta donde alcanza la vista. Tenemos la sensación de que veremos antílopes y en algún momento un león caminando tranquilamente. La realidad es que vemos vacas y cabras, lo que nos tranquiliza.

De vez en cuando nos adelantan todoterrenos y casi todos paran para preguntar a dónde vamos, si estamos bien, si necesitamos algo. De momento vamos bien, pero agradecemos su preocupación, son conscientes de qué tipo de camino es y al ver las bicis alucinan. Sólo ha habido un coche que no se ha parado y que ni nos ha mirado, uno con dos blancos dentro. En un momento en el que estábamos bebiendo agua, con gestos evidentes de calor y cansancio. El ser blanco a veces puedes ser despreciable y en estos países que se sienten absolutamente superiores conectamos muy poco con los turistas y sin embargo la gente local es maravillosa. Una nueva lección de generosidad por parte de ellos.

La mitad de la etapa marca el punto de inflexión donde nos vemos capaces de acabarla dignamente, pero llegar al kilómetro 32 ha sido lento. Desde ahí vamos gestionando el agua, hemos venido con catorce litros por si acaso. Comemos algo de vez en cuando. La parte final se hace más farragosa, hay más parches de arena y el firme está  muy bacheado con lo que cada dos por tres tenemos que bajarnos de la bici a empujar, momento que aprovechamos para beber algo. A pesar de la cantidad de agua que hemos bebido, mi pis es fosforito y nos preocupa. El sol ya hace rato que está por delante. Desde nuestras espaldas hasta comenzar a bajar y alargar de nuevo la sombra. Hoy hemos cubierto la cabeza con pañuelo y los brazos con camisa larga, eso marca la temperatura y la incidencia con la que caen los rayos.

A las 14:40 vemos el cartel de los últimos diez kilómetros y nos sube tres puntos la energía. Saber que estamos más cerca nos da un extra de motivación. Uno de los coches que se para a nuestro lado al saber que seguiremos dirección Ncojane pone mala cara. Ya nos han avisado muchos, pero hay 120km de los 230km de camino que son pura arena. Si es así será imposible. Comenzamos a ver la manera de gestionar que un todoterreno nos saque desde Ngwatle hasta la carretera, eso será en tres días y veremos en qué queda.

Desde lo lejos vemos un repetidor telefónico y eso marca población. Hasta entonces no hemos tenido cobertura, lo cual, en caso de avería o necesidad habría sido un problema. Por suerte de vez en cuando pasaban coches. Pero a partir de aquí ya casi no hay tráfico. El pueblo está sobre una gran salina. De hecho no hay pozos de agua potable y tiene que abastecerse de uno que está a 50km. Decenas de casas rectangulares de techos planos, lucidas y pintadas con coleres terrosos. Esparcidas por todo y con muchos caminos. Si no es por el gps el campamento no lo encontramos. De hecho está mal ubicado y nos tienen que indicar. El campamento tiene una valla de maderas y alambres. Al lado casas de adobe y paja, varios niños jugando que nos saludan, son los hijos de la mujer que se encarga del campamento, Tenate, de unos cincuenta años, piel muy oscura que contrasta con una enorme sonrisa. Lleva una especie de pamela azul que le da una belleza única en ese entorno, la viste con elegancia.

Comemos los huevos duros y una naranja, tenemos hambre, pero en un par de horas Tenate nos dará la cena. Tenemos todas las bolsas esparcidas por el porche. El stop over es un recinto de vallado con palos retorcidos. Tiene una casa con dos habitaciones, una cocina pequeña y una salita. La ducha es un cubo con una alcachofa, cuando lo rellenas, una polea los sube para dejarlo por encima de la cabeza. Afuera tiene un gran depósito de agua que se llena en la época de lluvias, ahora está vacío porque hace mucho que no llueve. El lugar no tiene grifos, se abastecen de camiones que les traen agua o de ir a recoger a unos depósitos enormes a la entrada del pueblo. Es una zona salina y el agua no es potable, les llega desde un pueblo a 50km. La casa tampoco tiene electricidad y la placa solar está rota. Nosotros estamos habituados después de muchos proyectos y este tipo de situaciones las vivimos de vez en cuando, pero es algo momentáneo, algo que superas porque sabes que en unos días sigues ruta, pero hay muchas personas en el mundo que no tener agua, electricidad, comida es su día a día. Lo cierto es que vivirlo y no poder hacer nada nos genera una especie de frustración porque cada día surgen decenas de acciones que podríamos afrontar y soñamos con tener el dinero suficiente para construir un pozo, arreglar una escuela, alimentar a personas.

A la tarde después de estirar y montar la tienda de campaña, el sol cae por la parte trasera de la casa y los mosquitos se hacen fuertes, nos cubrimos lo que podemos, pero no dan tregua. Cenamos con una lámpara de led que nos saca Tenate. Antes de acabar ella se marcha con sus nietas, vive en alguna casa cerca y nos deja solos, con el silencio del desierto y un cielo estrellado que no apreciamos en su totalidad porque la luna ya está grande y porque cerca hay una farola solar que se enciende por las noches para iluminar el camino. Disfrutamos con un té y pausamos una etapa dura que merece un descanso. Pronto nos vamos a dormir, acampar siempre nos gusta, pero saberte en un lugar remoto de Botswana nos hace sentirnos muy afortunados.

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